EL TIEMPO EN SAN AGUSTÍN

Autor: José Juan García

 

Índice

1.      Introducción

2.      ¿Qué es el Tiempo?

3.      El hombre, medida del tiempo

4.      Cristo y el tiempo “humano”

5.      Palabras Finales

6.      Bibliografía y Notas

 

1.      Introducción

 

Cuando el obispo de Hipona comenzó  –en cierta medida- una sistemática reflexión sobre el tiempo, él sentía personalmente que el tiempo vivido no era una finitud que corroe, sino una plenitud que enriquece. El tema lo encontramos en el libro XI, explícitamente desde el parágrafo 10, 12ss. del célebre texto de las Confesiones.  ¿Por qué esta mirada diríamos optimista y positiva del tiempo? ¿No podría haberse contagiado de una cierta mentalidad maniquea donde el tiempo comparado con la eternidad, es poca cosa? No es difícil la respuesta. Iremos paulatinamente desarrollando esta preocupación y tratando de ingresar en las ricas reflexiones del genio de Hipona. Primero abordaremos qué es el tiempo, su fugacidad, cómo el hombre es medida del mismo y su enlace con la eternidad.

 

2.       ¿Qué es el Tiempo?

 

La vida donada por el Creador de todo, hace que la existencia humana se sienta enriquecida por la brevedad del tiempo, pues ésta culmina en la vida sin fin, sin tiempo. El  presente que vivimos son “gotas de tiempo”, pero infinitamente inmensas porque están grávidas de eternidad. Agustín sabe anudar ambas realidades, pero sin confundirlas. “¿A quién interpelar sobre estos temas – se preguntaba el genio de Hipona-, a quién confesar mi ignorancia con mejor ventaja que a Ti, a quien no desagrada mi estudio ardiente e impetuoso de tus Escrituras?[1]

San Agustín al momento de reflexionar sobre el tiempo, ruega a Dios que lo ayude a comprender qué es el tiempo y de donde proviene: “Demasiado preciosas son para mí las gotas del tiempo (stillae temporum). Desde hace mucho arde en mí el deseo de meditar tu ley, de confesarte mi conocimiento y mi ignorancia al respecto, las primeras luces de tu iluminación y los residuos de mis tinieblas… Deja que yo te ofrezca en sacrificio el servicio de mi pensamiento y de mi palabra… ´Tuyo es el día y tuya la noche´ (Salmo 73, 16), a tu seno vuelan los instantes. Concédeme  algo para mis meditaciones sobre los secretos de tu ley… Dame lo que amo. Porque yo amo y tú me has dado el amar[2].

Contemporáneos a Agustín, como maniqueos y neoplatónicos, consideraban el conjunto del universo existente desde la eternidad. El hiponense tomará otra dirección. Esta polémica la encontramos todavía en la Ciudad de Dios 11, 5. Nuestro pensador enlaza la existencia del tiempo a la acción creadora de Dios. El tiempo no existe desde siempre. Comienza con el “hágase” creador y originario de Dios. El presente se ubica entre el pasado y el futuro, y estas tres son las únicas dimensiones de la realidad. Los tiempos pasados, ya inexistentes; los futuros, aún no existentes y por tanto, ninguno los puede medir; el presente, por otra parte, “nace de un lugar oculto, en cuanto el futuro deviene en presente, así como se retrae en un lugar oculto, en cuanto de presente deviene en pasado”[3].

El tiempo para Agustín – veamos aquí lo original del planteo- es una percepción del alma y por ende, imágenes de hechos que a su vez evocamos con palabras: el pasado, presente en las imágenes de la memoria; el futuro, en el umbral del presente que ya existe, así como el Señor enseñó a los profetas cosas futuras. La percepción por ende, puede ser sólo presente. “Es inexacto decir que los tiempos son tres: pasado, presente y futuro. Quizá sería exacto decir que los tiempos son tres: presente del pasado, presente del presente, presente del futuro. Estas tres especies de tiempo existen de algún modo en el alma y no veo que sean de otro modo: el presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la visión, el presente del presente es la espera”[4].

El tiempo es entonces una extensión del alma que nosotros medimos. Tal extensión, sin embargo, es inexistente. De esta percepción contrapuesta, el alma quiere entender. “¿’En cuál extensión nosotros medimos el tiempo en su pasaje? En el futuro, ¿de dónde viene?...en el presente,  ¿por dónde pasa? Mas una extensión inexistente  no se mide. En el pasado, ¿hacia dónde pasó el tiempo?”[5].

El hiponense se da cuenta de lo complejo del tema. Incluso maniqueos y neoplatónicos quisieran conocer lo eterno, “pero sus mentes dan vueltas vanamente  en el flujo del pasado y del futuro… en la eternidad nada pasa porque todo es presente, a diferencia del tiempo, donde nunc a todo es presente”[6].

De lo complejo que es definir la naturaleza del tiempo, da muestra la célebre expresión de san Agustín: ¿Qué es el tiempo? ¿Quién sabría explicarlo en forma clara y breve? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quisiera explicarlo a quien me pregunta, no lo sé… Si el presente, por ser tiempo, debe traducirse al pasado, ¿cómo podemos decir que ello existe, si la razón por la que existe es que no existirá? No podemos hablar con verdad de existencia del tiempo, si no es en cuanto tiende a no existir”[7].

En el relato de los hechos verdaderos del pasado, no se extrae ya de la memoria la realidad de los hechos que han pasado, sino las palabras generadas de su imagen, como si fuesen moldes impresos de esas imágenes en nuestra alma, habiendo pasado sin duda por el inicio de los sentidos. “Así, mi infancia, que no es más, existe en un tiempo pasado que no es más; pero cuando lo re-evoco y hablo de ella, veo su imagen en el tiempo presente, porque subsiste todavía en mi memoria. Es algo análogo incluso en el caso de hechos futuros que vienen predichos”[8].

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3. El hombre, medida del tiempo

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Agustín excluye que la medida del tiempo pueda ser dada por el movimiento de un cuerpo, aunque identifica el tiempo con el movimiento, “aunque es cierto que ningún cuerpo se mueve fuera del tiempo”[9]. De alguna manera. Para Agustín el tiempo es una extensión del espíritu (video igitur tempus quandam esse distentionem)[10].

El presente, de hecho, no se extiende en duración y por ende está privado de extensión, mientras el pasado y el futuro no existen más[11]. Sería por tanto, sorprendente que no fuese extensión del mismo espíritu. Esto no mide lo que no es más, sino “alguna cosa que resta fijo en mi memoria”[12].

En la extensión del espíritu, todo tiempo es presente: en la memoria si es pasado, en la atención si es actual, en la espera si es futuro. Hablamos de un largo pasado y de un largo futuro, pero cómo puede medirse lo inexistente? “¿Cómo puede ser largo o breve algo que no existe?, ¿cómo puede ser largo o breve algo que no existe? Porque de hecho el pretérito ya no existe y el futuro no existe todavía. Según esto, no debemos decir de un tiempo que es largo. Hablando del pretérito, debemos decir: fue largo, y hablando del futuro, debemos decir que será largo”[13].

De hecho, el presente no es corto ni largo porque es inextenso. Nuestro pensador pone un ejemplo: ¿podemos hablar, por ejemplo, de cien años presentes? La respuesta es no, ya que “si está transcurriendo el primero de estos cien años, este año es algo presente, pero los otros noventa y nueve son futuros”[14]. Por tanto no existen todavía. Pero si el que transcurre puede dividirse siempre en unidades más pequeñas, por ejemplo, días, meses, horas y segundos, y de las unidades resultantes de esa división sólo de una podrá decirse que está presente, y las restantes serán pasadas o futuras. Luego, por la infinita divisibilidad de cualquier unidad de tiempo de la que se diga que es presente, se sigue que el presente es inextenso: “sólo se puede concebir un período de tiempo no susceptible de división en partes diminutísímas: éste es el presente. Pero vuela con tal rapidez del futuro al pasado que apenas si tiene duración. Si tuviera alguna duración, se dividiría en pasado y futuro. Pero el presente no tiene extensión alguna”[15].

Agustín constata el hecho de que medimos los tiempos (años, meses, siglos, etc.). Luego el tiempo es la medida del movimiento según un antes y un después. En esto coincide con el Estagirita. Por eso dirá: “El tiempo es una especie de distensión”[16].

Agustín toma en serio la Escritura, fuente de inspiración. Y lee el testo de Pablo Fil 3, 12-14 donde dice “olvido el pasado y me lanzo hacia el futuro”, sugiriendo que el tiempo es una extensión hacia adelante a través de la intención[17]. Pero pone en Cristo Jesús, Principio y Fin, Alfa y Omega, el punto de solución. Durante el recorrido en el tiempo, Cristo-Camino recoge al hombre en su dispersión, y Cristo-patria (Resucitado) constituye el  futuro del cual habla el Apóstol.

En las categorías de Cristo-Camino y Cristo-patria, Agustín recupera la positividad de la historia, los sacramentos de la Iglesia y el conjunto del vivir cristiano, poniendo juntos y en modo similar, la historia temporal de Cristo con el hombre en el ámbito del “símbolo”, que desde su realidad tiende hacia el futuro definitivo y plenificante. Dicho futuro pleno será el sábado eterno, sin fin ni penurias.

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4. Cristo y el tiempo “humano”

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El genio de Hipona está convencido que el hombre, lacerado por el pecado, está expuesto a la multiplicidad del tiempo y puede “perderse” en dicha diversidad que lo disuelve. Sólo en el Uno, Cristo mediador, es capaz de encontrar armonía, escapar a esa disolución[18] -decíamos-, y alcanzar la eternidad.

Llegados a este punto, Agustín concluye el libro XI, extrayendo algunas conclusiones.

En primer lugar, Dios es Creador de todo. Él es el creador de todos los tiempos, por lo cual ningún tiempo y ninguna creatura es coeterno con Dios[19], y su conocer no es la “extensio animi” del hombre. De ahí también que no se pueda hablar de un “nunca”, allí donde el tiempo no existe[20]. “El sujeto portante, del tiempo y de la eternidad, es en Agustín la continua presencia de Dios que, a través de su Verbo, rige uno y da indefectibilidad a lo otro”[21].

Cuando el hombre capta en el tiempo la bondad de la creación que alaba a su Dios, tal alabanza se transforma en amor. Todo se confunde en esa alabanza a Dios. Todo el corazón y sus vivencias temporales, desembocan en el amor al Eterno. El sueño de una alabanza infinita a Dios, hace pregustar el reposo del séptimo día[22].

Del conocimiento de esta posibilidad de existir para siempre en Dios, Agustín concluye en las Confesiones su reflexión sobre el tiempo, dando gloria y alabanza a Dios: “Tus obras te alaban a fin que podamos amarte, y nosotros te amamos a fin que te alaben tus obras.  Éstas tienen inicio y fin del tiempo, aparición y tramonto, progreso y regreso, belleza y defecto. Tienen por tanto, despacio, su propia mañana y su propia tarde”[23].

Como ya habíamos expresado antes, para Agustín el hombre es medida del tiempo: “En ti, espíritu mío, yo mido el tiempo… La tensión hace pasar el futuro en pasado, el pasado crece con la disminución del futuro, a fin que con la consumación del futuro todo no es más que pasado”[24]. Todo camina hacia la consumación en Cristo, Alfa y Omega. El cristiano, a la luz de lo dicho, lleva en sí la nostalgia de la tierra y el tiempo dejados y el deseo ardiente del espacio que lo espera. Y se compromete en construir una historia humana digna de llegar a ser Ciudad de Dios, una historia por tanto, que será eterna.

El tiempo sale de las Manos Creadoras de Dios: “Y puesto que eres tú el que habías hecho el tiempo mismo, era imposible que transcurriera el tiempo antes de que tú hubieras creado el tiempo. Pero si antes del cielo y de la tierra no existía el tiempo, ¿a qué preguntar por lo que hacías entonces?  No existía un entonces donde no existía el tiempo”[25]. Así resuelve el santo el problema de la eternidad del mundo. Nada antecede a la creación material[26].

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5. Palabras Finales

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Hay una mirada positiva del tiempo en Agustín. Es un don del Eterno. Una creación suya. Pero a la vez, no es algo tan externo al corazón humano. Si bien, el tiempo es medida del movimiento, y sólo existe realmente el presente inextenso, dicho movimiento es vivido por la persona como algo propio, “humano”, suyo. Hasta lo puede medir y sabe que es antesala de eternidad y escenario concreto desde donde debe construir su morada definitiva, donde la vida florecerá sin tiempo. Será el sábado sin fin de reposo del alma.

Es lugar común decir que San Agustín tiene una concepción “psicológica” del tiempo. Si por ello se entiende que lo refiere al alma, es preciso, pero no se puede concluir que sólo el alma es necesaria para que exista el tiempo, como si éste no tuviese algún fundamento real en las cosas materiales que existen fuera del alma.

Personalmente percibo que en Agustín hay una dimensión “humana” del tiempo real, consciente para el cristiano que ese tiempo es “abrazado” por la eternidad, vida sin fin y sin límites. Así pensó también la eternidad – un tiempo más tarde- Manlio Severino Boecio.

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6.  Bibliografía y notas

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[1] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 22, 28.

[2] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 2, 2-3.

[3] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 17, 22.

[4] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 20, 26.

[5] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 20, 26.

[6] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 11, 13 y 20.

[7] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 14, 17.

[8] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 18, 23.

[9] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 23, 30.

[10] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 23, 30.

[11] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 27, 34.

[12] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 27, 35.

[13] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 15, 18. De alguna manera, la expresión de que pasado y futuro no existen, hay que relativizarla un poco, pues para el mismo pensador tienen existencia “en algún lugar”: “Si el futuro no existe aún, ¿dónde lo han visto los que predijeron el futuro? No es posible ver lo que no existe. Y los que narran el pasado no contarían cosas verídicas si no lo vieran con la imaginación. Si el pasado no existiera, sería totalmente imposible verlo. Luego existe el futuro y el pasado”. Ídem, 11, 17, 22.

[14] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 15, 19.

[15] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 15, 20.

[16] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 23, 30.

[17] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 29, 39.

[18] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 29, 39

[19] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 30, 40.

[20] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 30, 40.

[21] GROSSI, V., “Le ´Gocce del tempo´ (Conf. XI, 2, 2). La Riflessione sul tempo di Agostino d´Hippona” en  Parola Spirito e Vita n 36, Dehoniane, Bologna, 1997, pág. 275.

[22] SAN AGUSTÍN, Conf. 13, 32, 47-48.

[23] SAN AGUSTÍN, Conf. 13, 33, 48.

[24] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 27, 36.

[25] SAN AGUSTÍN, Conf. 11, 13, 15.

[26] Cfr. SOTO, C. I., “El Tiempo en las Confesiones de San Agustín”, Revista de Humanidades 17-18 (2008) 196.

Last modified: Wednesday, 14 April 2021, 2:56 PM