LAS CATEGORÍAS ANTROPOLÓGICAS DE SIMPLES Y PERFECTOS SEGÚN ORÍGENES

ÍNDICE

1- Introducción

2- El κόσμος origeniano y la caída de las criaturas intelectuales

3- Los simples y los perfectos

4- La comprensión de las categorías de simples y perfectos a la luz del alcance de la noción de libre albedrío

5- Igualdad de naturaleza y dignidad entre los simples y los perfectos

6- Conclusión

7- Bibliografía y notas

 

1- Introducción

   Unos de los rasgos característicos del pensamiento de Orígenes, además de su coherencia interna, es la amplitud de criterios utilizados para abordar el estudio de los diversos temas, contrastando muchas veces con la mayoría de los autores cristianos de su época. J. Daniélou afirma al respecto que Orígenes “representa, junto a San Agustín, la culminación del genio del cristianismo antiguo [siendo] quien da forma a la primera gran síntesis teológica y el primero que, por modo metódico, se esfuerza por explicar el misterio cristiano”.[1] Una adecuada comprensión de la antropología origeniana, y por lo tanto de las categorías antropológicas de simples y perfectos -tema a desarrollarse en el presente artículo- exige en este sentido, tener en cuenta los siguientes presupuestos de su doctrina: a)- la existencia de Dios como Creador y Providente,[2] b)- la amplia noción de cosmos (κόσμος) origeninano, que permite no limitar la comprensión de la existencia del hombre solamente a este mundo visible y temporal, sino “teniendo en cuenta aquello que se supone anterior o posterior al mundo”;[3] c)- la presencia del libre albedrío en las criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios (τὸ κατ’ εἰκόνα); propiamente creadas a “imagen de la Imagen”,[4] siendo la Imagen el  Cristo Logos-Sabiduría, Imagen de Dios invisible;[5] d)- tener en cuenta que su antropología tiene como marco histórico-doctrinal[6] la controversia acerca del libre albedrío con los heterodoxos (ὲτεροδόξος)[7] específicamente con los gnósticos y marcionitas, que concebían de otro modo las naturalezas intelectuales.[8]

Teniendo en cuenta entonces este contexto, trataremos en primer lugar acerca de la noción de κόσμος y la caída de las criaturas intelectuales, en segundo lugar los rasgos propios de los simples y los perfectos, en tercer lugar acerca del alcance de la noción de libre albedrío para una mayor comprensión de ambas categorías y finalmente la igualdad de dignidad entre los simples y perfectos.  

 

2-El κόσμος origeniano y la caída de las criaturas intelectuales

   La noción de κόσμος origeniano se comprende a partir del inicio de la revelación divina, acontecida antes de este mundo visible en el seno mismo de la Trinidad, cuando Dios Padre engendró al Hijo, que en cuanto Sabiduría contiene en germen “toda virtud y forma de la futura creación”.[9] De ahí que en su cosmología “distingue por un lado la existencia del ‘mundo de arriba’ (ό ἅνω κόσμος), que es el mundo del principio, es decir, anterior a la caída (πρὸ καταβολῆς). Mundo propio de la Sabiduría y de los νοημάτων (inteligibles), en el que Dios realizó la κτίσις (creación-fundación) y Orígenes denomina primera creación. Y por otro lado, la existencia del ‘mundo de abajo’ (ό κάτω κόσμος)[10] o mundo de lo sensible (αισθητὸς κόσμος), en el que Dios realizó la πλάσις (creación-modelación o plasmación), mundo posterior a la caída (καταβολή), en el que están los seres λόγικά y Orígenes denomina ‘segunda creación’”.[11]

En la primera creación Dios creó las criaturas intelectuales o νόες, que tenían como condición el “estado de la primera bienaventuranza (statu primae beatitudinis)”,[12] es decir, estaban absortas en la contemplación de Dios en un estado de unidad y concordia iniciales.[13] En esta primera condición,[14] los νόες tenían igualdad de naturaleza[15] y libre albedrío (τὸ αὐτεξούσιον).[16] Pero, debido a la negligencia[17] a causa del mal ejercicio del libre albedrío, dejaron de custodiar el bien que les era propio[18] y se enfriaron,[19] alejándose de la contemplación (amor-ardor) del Bien-Dios que tenían en el comienzo, dándose lo que el alejandrino denomina la “caída” (καταβολή). La caída de las criaturas intelectuales o νόες tuvo diversos grados. En este sentido, Orígenes afirma que “la diversificada caída de las naturalezas intelectuales (νόες o intelectualium naturarum) impulsó a Dios a crear este mundo variado y diverso”,[20] llamado por Orígenes “creación secundaria o consecuente”[21] o segunda creación.

En la segunda creación el alejandrino establece tres órdenes de criaturas intelectuales que denomina seres λόγικά, es decir, seres dotados de λόγος: ángeles, hombres y demonios, cada uno a su vez con su grado de caída que conlleva un grado transitorio de perfección. En este punto, hay que tener en cuenta que Orígenes aplica propiamente el término λόγικά a los ángeles y a los hombres, prefiriendo más bien denominar ἄλογα e incluso οὺκ ὄντες a los demonios.[22] A su vez, en la segunda creación, Dios proveyó de cuerpos espesos o sólidos y visibles[23] a los que no cayeron irremediablemente, es decir a los hombres, creando para ellos y para las potencias que van a asistirlos y auxiliarlos, este mundo visible.[24]

Sin embargo, durante la segunda creación todos los seres λόγικά siguen teniendo igualdad de naturaleza y libre albedrío, dándose en todos la posibilidad del progreso espiritual con el fin de poder alcanzar el statu primae beatitudinis que tenían en la primera creación. En este sentido, “al explicar la caída de las criaturas intelectuales (νόες), el maestro alejandrino establece un orden. Pero este orden no está pre-ordenado según su naturaleza, como según Orígenes sostenían los heterodoxos, sino que hay una unidad de naturaleza (ángeles, demonios y hombres), siendo este orden fruto de una opción libre por el bien o por el mal, ejercida en la primera creación”.[25]

De modo que, la doctrina de la caída de los νόες en la primera creación y la consecuente diversificación de las criaturas intelectuales o seres λόγικά en ángeles y hombres, en la segunda creación, permite comprender desde una perspectiva más amplia la antropología origeniana.

Por otra parte, y para no limitar su antropología sólo a este mundo sensible, es necesario considerar la doctrina origeniana de las dos creaciones del hombre contenida en el libro del Gn[26] y que Orígenes tiene muy en cuenta para desarrollar su antropología.[27] En esta doctrina recibe la influencia de la antropología paulina[28] y también de Filón de Alejandría,[29] afirmando al respecto en la HGn h IX que, hay un “primer hombre, sacado de la tierra, el hombre terrestre y un segundo hombre, venido del cielo, el hombre celeste (primus homo de terra terrenus, secundus homo de caelo caelestis) (cf. 1 Co 15, 47)”.[30] En este contexto, el alejandrino identifica las nociones “hombre celeste” (homo caelestis)[31]-“hombre interior” (homo interior)[32]-“hombre nuevo” (novus homo)[33] con la primera creación; y, “hombre terreno” (homo terrenus)-“hombre exterior” (homo exterior)-“hombre viejo” (vetus homo) con la segunda creación.

Ahora bien: esta distinción antropológica realizada por Orígenes tiene una estrecha relación con su doctrina de las dos categorías de hombres: los simples y los perfectos.

3- Los simples y los perfectos

Ambas nociones antropológicas están claramente contenidas en los textos origenianos, generalmente haciendo referencia a una de modo explícito y a la otra de modo implícito, o bien identificando en los relatos bíblicos a los perfectos con algún personaje y a los simples generalmente con algún grupo. Proponemos algunos textos a modo de ejemplo. Comentando el Ct 1,1-3 el alejandrino identifica claramente a los simples con “las jóvenes”, que acompañan a la esposa; estas “son muchas”, “una abundante muchedumbre”, van “detrás” del Esposo (Logos-Sabiduría) y se quedan “afuera de su aposento”. Los perfectos, en cambio son identificados con “la esposa”, que es “hermosa, perfecta, sin mancha ni arruga”, “camina unida al esposo”, “aferrada por la mano diestra del Esposo” y es “introducida [por Él] en el aposento para que vea los tesoros [su Sabiduría] tenebrosos y escondidos, […] las riquezas de su Marido”.[34] A su vez, comentando 1 Co 3, 1.2 menciona claramente a los perfectos, pero al referirse a los simples los denomina como “pequeños y lactantes en Cristo”.[35] En otro texto, comentando Gn 21,14 identifica a los perfectos con Isaac y los denomina “hijos de los pozos”.[36] Ellos son los que han buscado debajo de la letra llegando a lo profundo de la Escritura, y por haber alcanzado «el pensamiento de Cristo» (cf. 1 Co 2, 16) son los únicos capaces de comprender la verdad allí escondida.[37] A los simples en cambio, los identifica con los filisteos y los llama “amigos de la letra”.[38] Ellos, dejándose llevar por las potencias adversas llenaron de tierra los pozos con pensamientos fangosos y terrenos, teniendo aún «la imagen del hombre terrestre» (1 Co 15,49).[39] 

 

    La noción antropológica de “simples” sostenida por Orígenes es expresada en griego por diversos términos que manifiestan un contenido conceptual antropológicamente determinado: οἱ πολλοί (los muchos),[40] ὁ ὄχλος (muchedumbre),[41] οἱ ἀπλούστεροι (los más simples).[42] Estos términos fueron traducidos al latín por simplex (simple o sencillo) y también por simpliciores (simplificado), y reflejan matices distintos según el contexto, indicando básicamente deficiencia cultural, inmadurez religiosa, el escaso progreso espiritual, “incluso una fe irracional e inconsciente”.[43] Es importante destacar que cuando el maestro alejandrino se refiere a los simples (οἱ πολλοί) lo hace señalando normalmente a aquellos que forman parte de los grupos mayoritarios de las iglesias.[44]

La noción antropológica de “perfectos” (οἱ τέλειοι), se refiere en Orígenes a los hombres que han progresado espiritualmente por medio del recto ejercicio del libre albedrio, desarrollando plenamente la filiación adoptiva (θέσει),[45] transformándose o deviniendo en verdaderos hijos adoptivos de Dios.[46] Ellos son los que han anticipado o incoado en la tierra la perfección propia de la Iglesia celestial, como miembros de la Iglesia Esposa.[47] En ese sentido, cuando Orígenes se refiere a ellos dentro de la asamblea de los fieles los identifica como “los pocos (οί ὀλιγοί)”,[48] los que “han elegido obedecer”.[49] Los perfectos son los creyentes que están “fuera de la condición de caída del cosmos (ἔξω καταβολῆς κόσμου), [son] los auténticos discípulos de Jesús (οἱ τοῦ ‘Ιησοῦ γνήσιοι μαθηταί), que Él ha elegido «desde el mundo» (Jn 15, 19) para que no sean más del mundo, sino que tomen la cruz y lo sigan (cf. Mc 8, 34)”,[50] son “los hombres «puros de corazón» (οἱ καθαροὶ τῆ καρδία) (Mt 5, 8), [que] gozan de la contemplación y de la belleza del mundo invisible [o inteligible] (νοητὸς κόσμος) […], preparados para llegar incluso a ver a Dios mismo, en la medida en la cual Dios, por su naturaleza, es visible”.[51]

4- La comprensión de las categorías de simples y perfectos a la luz del alcance de la noción de libre albedrío

La comprensión de la identidad de estas dos categorías antropológicas exige tener en cuenta -además de la amplia noción de κόσμος origeniano- la noción de libre albedrío (τὸ αὐτεξούσιον) que, junto con la noción de Providencia divina atraviesan de algún modo todo su sistema.[52] De hecho, la importancia que Orígenes da a la noción de libre albedrío no sólo está presente en la totalidad de sus obras, sino que se evidencia en Prin III, 1, 2-5 en donde el alejandrino trata específicamente de esta cuestión,[53] identificando al libre albedrío como facultad propia de la naturaleza de las criaturas intelectuales creadas por Dios, y excluyendo a Dios como responsable del mal que hay en la vida de los hombres. Proponemos el siguiente texto para identificar esta intencionalidad del maestro alejandrino, y también para señalar tres nociones que creemos ayudan a comprender la identidad de los simples y los perfectos. Orígenes afirma siguiendo la doctrina paulina:

«En una casa grande no hay solo vasos de oro y plata, sino de madera y arcilla, unos para uso noble y otros para uso vil. Y ciertamente, si alguien se purifica, será vaso para uso noble, santificado y útil para el Señor, preparado para toda obra buena» (2 Tm 2, 20-21) Pues, si el que se purifica a sí mismo se vuelve (γίνεται) vaso para uso noble, y el que desatiende su impureza [se vuelve] vaso para uso vil, cuánto más, de acuerdo a estos textos, de ningún modo el Artífice es culpable. Puesto que el Artífice (ὁ δημιουργὸς) no hace (ποιεῖ μὲν) vasos nobles y vasos viles desde el inicio (ἀρχῆθεν) -de acuerdo a su presciencia- (πρόγνωσιν), porque ni condena ni justifica de acuerdo a la [presciencia], sino que [hace] vasos nobles a los que se purifican a sí mismos y vasos viles a los que desatienden su impureza. De suerte que uno [cada criatura intelectual] llega a ser (γίνεσθαι) para uso noble (σκεύη τιμῆς) y otro para uso vil (σκεύη ἀτιμίας) por causas precedentes (πρεσβυτέρων αἰτιῶν) a la fabricación (τῆς κατασκευῆς) de los vasos para uso noble y para uso vil (cf. 2 Tm 2, 20-21)”.[54]

          Puede observarse en el texto, que Orígenes señala claramente el papel del libre albedrío en los νόες durante la primera creación como responsable de la situación futura (segunda creación) de la criatura intelectual, excluyendo la injusticia en Dios. En este sentido, Dios no creó (ποίησις-factus) por naturaleza a los νόες como criaturas intelectuales nobles o viles desde el inicio (ἀρχῆ), es decir en la primera creación, sino que ellas mismas llegaron a ser (γίγνομαι) “vasos nobles o vasos viles” en virtud de sus elecciones. A su vez, el texto contiene tres nociones muy importantes que ayudan a esclarecer la identidad de las categorías antropológicas de simples y perfectos, y que tienen como trasfondo el ejercicio del libre albedrío.

La primera de estas nociones es la de  “causas precedentes” (πρεσβυτέρας αἱτὶας). Noción que presupone por una parte la noción origeniana de primera creación o preexistencia, y por otra, la noción de libre albedrio (τὸ αὐτεξούσιον). En efecto, como se dijo antes, durante la primera creación algunos νόες permanecieron en el amor-ardor del inicio, haciendo buen uso del libre albedrío. Otros en cambio, a causa del descuido o negligencia en la contemplación del Bien-Dios, haciendo un mal uso del libre albedrío cayeron. La caída (καταβολή) de los νόες tuvo diversos grados según el grado de alejamiento del Bien-Dios. En este contexto Dios creó la segunda creación y las criaturas intelectuales se diversificaron en ángeles, hombres y demonios, criaturas intelectuales que en su conjunto y en la segunda creación Orígenes denomina seres λόγικά. A su vez, cada grado de caída de los seres λόγικά, conllevaba un grado transitorio de perfección. De ahí que, cuando el maestro alejandrino se refiere a las “causas precedentes”, lo hace para indicar el estado de mérito o demérito de cada criatura intelectual luego de la caída, es decir al grado o estado de perfección obtenido en ese momento, y que influirá significativamente en la condición futura.[55]

       La segunda noción está dada por el término κατασκευή, con el que Orígenes se refiere a la “fabricación” o mejor, a la “constitución” de algunos vasos (criaturas intelectuales) “para uso vil” y otros “para uso noble”. En efecto, el término κατασκευή, se traduce como organización, constitución o estado,[56] y viene del verbo κατασκευάζω, que significa: aparejar, equipar u organizar para su uso. De modo que, Dios al crear (πλάσις-plasmatus) las criaturas intelectuales (seres λόγικά) luego de la caída en el contexto de la segunda creación, las organizó o constituyó a partir del estado en el que ellas mismas estaban, debido a sus elecciones anteriores. Ese estado es el grado de perfección, organización o constitución que cada criatura intelectual poseía luego de la caída, como consecuencia del mal o buen uso del libre albedrío en relación al descuido o negligencia, o bien al cuidado o diligencia en la contemplación-amor del Bien-Dios. La constitución natural (κατασκευή) explicaría la variedad de condiciones o disposiciones existentes en la situación actual de cada hombre. Sin embargo, Orígenes no sostiene que algunos hombres nacen simples y otros perfectos, sino que al momento del nacimiento algunos tienen “recipiente” o “vaso” de una condición natural distinta, que predispondría a algunos a inclinarse con más facilidad a lo sensible y corpóreo y a otros a lo inteligible y espiritual.[57]

     En este contexto antropológico es necesario tener cuenta una tercera noción, que Orígenes tiene presente de modo permanente en sus escritos al referirse a los simples y perfectos: la noción de progreso espiritual (προκοπή). Según lo expuesto anteriormente las criaturas intelectuales (seres λόγικά) tuvieron luego de la caída una determinada constitución natural (κατασκευή), es decir un estado o grado de perfección. De acuerdo con la dinámica del libre albedrío origeniano, ese grado o estado de perfección era transitorio. De ahí que, luego de la caída (καταβολή) las criaturas intelectuales están llamadas a progresar espiritualmente, por medio del ejercicio del libre albedrío y del auxilio divino (τὴν τοῦ θεοῦ βοήθειαν).[58] El maestro alejandrino señala siempre esta posibilidad de progreso espiritual con el uso del verbo γίγνομαι (llegar a ser), como se puede observar en el texto antes citado. El dinamismo del progreso espiritual exigirá a las criaturas intelectuales ir “de lo más pequeño a lo más grande, y de lo visible a lo invisible. En efecto, la [mente] está situada en un cuerpo, y es necesario que progrese (proficit) de lo sensible, que es corpóreo, a lo insensible, que es incorpóreo e inteligible”.[59]

    Por esa razón, y a diferencia de los heterodoxos, las categorías antropológicas de simples y perfectos en Orígenes no pueden ser entendidas como categorías cerradas, sino que el simple puede devenir perfecto siendo diligente en el progreso espiritual, y el perfecto puede retroceder en su perfección por negligencia o descuido. De manera que, toda criatura intelectual, independientemente del grado de alejamiento de Dios, puede regresar a lo divino y recuperar la condición inicial, es decir el “estado de la primera bienaventuranza (statu primae beatitudinis)”.[60] De ahí que todos los hombres, y ya durante este mundo visible en el marco de la segunda creación, pueden progresar espiritualmente y alcanzar el mayor grado de perfección que es el propio de los perfectos. Para esto deberán superar la “imagen terrena” propia del hombre terrestre,[61] que durante este mundo sensible (αισθητὸς κόσμος) cubre provisoriamente el “según la imagen” (τὸ κατ’ εἰκόνα) con la que las criaturas intelectuales fueron creadas. El hombre, que propiamente es “imagen de la Imagen”[62] podrá plenificar la imagen recibida por medio de la imitación-contemplación[63] del Hijo Logos Sabiduría, que es la Imagen del Padre,[64] dependiendo del grado de progreso espiritual el grado de participación en el Λόγος divino.[65] De ahí que la diferencia transitoria entre simples y perfectos se explicaría por los distintos niveles de comprensión del Λόγος divino. Los perfectos son los que han devenido (γίγνομαι) conformes a la Imagen según la cual Cristo está en forma divina o “forma de Dios” (μορφῇ θεοῦ), manifestándose a ellos como Logos-Sabiduría (Λόγος Σοφία). Los simples son los que transitoriamente han devenido (γίγνομαι) conformes a la imagen según la cual Cristo está en “forma de siervo” o forma humana, manifestándose en ellos como Logos-Carne (Λόγος  Σάρξ).[66]

5-Igualdad de naturaleza y dignidad entre los simples y los perfectos

Orígenes sostiene claramente la igualdad de naturaleza en las criaturas intelectuales, excluyendo dos grados de dignidad ontológica y moral entre simples y perfectos. Si bien A.M. Castagno observa que es “peculiar del lenguaje origeniano el uso de ἁπλοῦς (simple) en sentido negativo en contraste con la tradición cristiana precedente […] y con el uso corriente”;[67] sin embargo, es necesario afirmar que Orígenes no sostiene una actitud de menosprecio o infravaloración con respecto a los simples, como lo admitieron algunos autores. Así lo ha mostrado claramente J. Rius-Camps diciendo que “el aristocratismo, señalado por algunos investigadores, no tiene en cuenta las precisiones introducidas repetidamente por el alejandrino a propósito de las relaciones de la Iglesia-Esposa de los espirituales para con la iglesia histórica y jerárquica de los fieles de fe simple o de las almas notablemente proficientes.[68] La igualdad de naturaleza entre simples y perfectos puede observarse en el siguiente texto, en el que Orígenes explica la situación de Jacob y Esaú al momento de nacer: 

Pero si admitimos, de una vez por todas, que hay ciertas causas que son más antiguas (τινας πρεσβυτέρας αἰτίας) que el vaso noble y el vaso vil, ¿qué tiene de absurdo [pensar], abordando el tema del alma, que antes de que Jacob asumiera un cuerpo (ἐνσωματώσεως) y de que Esaú llegara al vientre de Rebeca, surgieron las causas más antiguas del hecho de que Jacob haya sido amado y de que Esaú haya sido odiado? Y al mismo tiempo, se manifiesta claramente que, en cuanto a la naturaleza que subyace (τῇ ὑποκειμένῃ φύσει), tal como hay un único barro (εῖς πηλός) a disposición del alfarero, con cuya arcilla fabrica vasos para uso noble y para uso vil, así también ha habido a disposición de Dios una única naturaleza de toda alma (μιᾶς φύσεως πάσης ψυχῆς ὑποκειμένης τῷ θεῷ)…”[69]

La igualdad de naturaleza está manifiesta cuando el alejandrino sostiene la existencia de una única naturaleza que subyace (τῇ ὑποκειμένῃ φύσει), mencionando un “único barro” que Dios tuvo a disposición para “fabricar” de acuerdo al mérito. A su vez, cuando Orígenes se refiere al “recipiente”, “vaso” o “utensilio”, hace alusión a los diversos tipos de cuerpos y condiciones, según el mérito o demérito debido a las causas precedentes. Y, también en este punto, excluyendo toda injusticia en Dios y ponderando el papel del libre albedrío dirá que no hay una condición mejor o peor al momento de nacer, diciendo:

Por esta razón el Creador no parecerá injusto, pues conduce a cada uno, según el mérito de acuerdo a causas precedentes (cum secundum praecedentes causas pro merito unumquemque distribuit), y no se considerará fortuita la ventura o desventura del nacimiento de cada uno, cualquiera sea la condición que le haya tocado (qualiscumque acciderit illa condicio), y tampoco se creerá en diversos creadores o diversas naturalezas.[70]

El texto muestra claramente que es el ejercicio del libre albedrío en la primera creación o preexistencia, lo que explica el motivo de las “causas precedentes” al nacimiento en este mundo visible, y que explicaría también -como ya se dijo antes- la variedad de condiciones y disposiciones previas a la situación actual de cada hombre, a percibir en más o en menos lo inteligible o lo sensible, lo visible o lo invisible, manifestando la capacidad de captar la letra o la alegoría, la carne o el espíritu.

Por otra parte, una clara señal de que Orígenes no posee una actitud infra valorativa de una categoría sobre otra, además de la igualdad de naturaleza, es su enseñanza positiva sobre la posibilidad del progreso espiritual. El hombre puede progresar de simple a perfecto, como también puede retroceder en su grado de perfección, en ambos casos en virtud del libre albedrío, enseñando de este modo que se trata de categorías abiertas, no cerradas. Otra señal que muestra la valoración de la igualdad de naturaleza y del ejercicio del libre albedrío en las criaturas intelectuales, es a nuestro entender, su concepción de Dios como Justo y Bueno, y su noción de Providencia. Dios que es Justo y Bueno, “administra con su providencia divina”,[71] los “recipientes” o “vasos” “de acuerdo al mérito de cada uno”, de manera que no debe considerarse “fortuita la ventura o desventura del nacimiento de cada uno, cualquiera sea la condición que le haya tocado”.

 

6- Conclusión

La existencia de las categorías antropológicas de simples y perfectos, no indican en  Orígenes dos categorías de hombres de diversa dignidad ontológica o moral, ni por lo tanto la superioridad de una sobre otra, como sucedía en los heterodoxos; debido a que, las naturalezas intelectuales son iguales en dignidad desde el inicio. El alejandrino enseña que cuando Dios creó al hombre en este mundo visible según lo relata el libro del Génesis, en las almas había diversos grados de perfección según el grado de caída. Esto es lo que influyó en la predisposición natural-espiritual en relación al modo de comprender las realidades divinas, avanzando o retrasando el progreso espiritual en orden a la recuperación de la bienaventuranza inicial. Las categorías antropológicas de simples y perfectos no son cerradas, como afirmaban los heterodoxos con quienes rivaliza Orígenes, sino que son abiertas, porque los grados de perfección existentes en las criaturas intelectuales son transitorios. En efecto, todo hombre puede avanzar de ser simple a ser perfecto cuando por medio del ejercicio del libre albedrío decide progresar espiritualmente. Durante el progreso espiritual el hombre deberá ejercitarse en ir desde lo sensible a lo inteligible, aprendiendo a imitar-contemplar primero al Logos-Carne hasta poder imitar-contemplar al Logos-Dios, es decir al Hijo Logos Sabiduría, y alcanzar así el estado de perfección, propio de los perfectos.

 

7- Bibliografía y notas

Fuentes

-      ORIGÈNE, Commentaire sur le Cantique des Cantiques, Sources Chrétiennes. París. 1991. Tome I-II. Traduction et notes par Luc Brésard, O.C.S.O et Henri Crouzel, S.J. avec collaboration de Marcel Borret, S.J.

-      ORÍGENES, Comentario al Evangelio de Juan. Ciudad Nueva. Madrid. 2020. Introducción, traducción y notas de Patricia Ciner.

-      ORIGENE, Commento alla lettera ai Romani, Introduzione, traduzione e note a cura de Francesca Cocchini, Vol. I (Libri I-VI), Vol. II (Libri VII-X), Marietti. Genova .1986. (versión italiana)

-      ORIGÈNE, Contre Celse, Sources Chrétiennes. París. 1969. Tome 1-4. Introduction,     texte critique, traduction et notes par Marcel Borret, S.J.

-      ORÍGENES, Homilías sobre el Cantar de los Cantares. Ciudad Nueva. Madrid. 2000. Introducción, traducción y notas de Samuel Fernández Eyzaguirre.

-      ORIGÈNE, Homélies sur la Genése. Sources Chrétiennes. París. 1996. Traduction et notes par Louis Doutreleau, S.J.

-      ORÍGENES, Homilías sobre el libro de los Números. Ciudad Nueva. Madrid. 2011. Introducción, traducción y notas de José Fernández Lago.

-      ORÍGENES, Sobre los Principios. Edición bilingüe preparada por Samuel Fernández.  Madrid. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 2015.

-      ORÍGENES, Tratado sobre la Oración, en Escritos Espirituales. Orígenes. (ed. Teodoro H. Martín). B.A.C. Madrid. 1999, pp. 120-228.

 

Bibliografía secundaria

-      ALBY, J.C., “El ‘hombre que viene de lo alto’. Elitismo y marginación en la antropología valentiniana”. Tópicos. N° 11. Universidad Católica de Santa Fe. 2003, pp. 23-44.

-      CASTAGNO, A. M., “Simples”, en A. M. CASTAGNO (dir), Diccionario de Orígenes. (La cultura, el pensamiento y las obras, Monte Carmelo, Burgos, 2003), pp. 855-860.

-      CINER, P., Implicancias teológicas y místicas de la noción de sabiduría de Orígenes.      Opúsculo Filosófico N° 6. Año III. CEFIC. Mendoza. 2010.

-      CROUZEL, H., Orígenes, un teólogo controvertido. Madrid. B.A.C. 1998.

-      CROUZEL, H., Origène et la «Connaissance Mystique». Desclée de Brouwer. Toulouse. 1961.

-      DANIÉLOU, J., Orígenes. Sudamericana. Traducción de Guido Parpagnoli. Bs. As. 1958.

-      GARCÍA BAZÁN, F., MONTSERRAT TORRENTS, J., PIÑERO A., Textos Gnósticos. Biblioteca de Nag Hammmadi I. Trota. Madrid. 1997.

-      LEKKAS, G.,  Liberté et progrès chez Origène. Brepols. Turnhout.2001.

-      NORELLI, E., “Gnosticismo”, en A. M. CASTAGNO  (dir.), Diccionario de Orígenes. (La cultura, el pensamiento, las obras. Burgos, 2003), pp. 369-381.

-      ORBE A., Antropología de San Ireneo. B.A.C. Madrid 1969.

-      PONS, L., La Libertad en Orígenes, Bs.As. 2018.

-      RIUS-CAMPS, J., El dinamismo trinitario en la divinización de los seres racionales según Orígenes. Pontifitio Institutum Orientalium Studiorum. Roma. 1970.

 

Notas



[1] J. DANIÉLOU, Orígenes. Ed. Sudamericana. Bs. As. 1958, p, 7.

[2] Cf. Prin pref. 4., pp. 121-123. En relación a Dios, y en el contexto de la polémica antignóstica y específicamente antimarcionita, el alejandrino claramente sostiene la identidad del Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento.

[3] Cf. Prin II, 1.1 (1-9), p. 325; cf. Prin pref. 7, p. 131.

[4] CIo I, 105.

[5] Cf. Prin I, 2.6 (14-21), p. 185.

[6] En Prin pref. 2 puede observarse claramente este contexto histórico-doctrinal, en las discrepancias doctrinales que habían entre los cristianos en relación a la regla de la fe. Orígenes sostiene en este contexto que la tradición apostólica vale como criterio de verdad.

[7] En efecto en Prin III, 1.8 (5) el alejandrino habla de heterodoxos (ὲτεροδόξος), haciendo referencia -como en otros textos- a los gnósticos valentinianos y a los marcionitas, identificando de hecho las dos nociones e incluyendo habitualmente a Marción entre los gnósticos (cf. III 1. 16 (12); II 7.1 (2); II, 9.5 (9-16); rehusándose a llamarlos cristianos (cf. CC V, 61 (1-35), SC, pp. 165-167; cf. E.NORELLI, “Gnosticismo”, en Diccionario de Orígenes, p. 370),

[8] Así por ejemplo el Tratado Tripartito -que contiene “la doctrina que se encuadra en líneas generales en el esquema valentiniano, con proclividad hacia el valentinianismo oriental…” (cf. GARCÍA BAZAN, F., PIÑERO A., MONTSERRAT TORRENTS, J., Textos Gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I, Madrid, 1997, pp. 123)- sostiene que “hay tres razas de hombres en la historia” (Ibid., p. 137): los pneumáticos (espirituales), los psíquicos (animados) y los hýlicos (materiales), que responden de algún modo al movimiento del Logos (cf. 138-139). Estos tres tipos de hombres responden a tres naturalezas irreductibles entre sí, que son predeterminadas y no se adquieren por méritos, por eso los hombres nacen hýlicos, psíquicos o pneumáticos (cf. J.C.ALBY, “El ‘hombre que viene de lo alto’. Elitismo y marginación en la antropología valentiniana”, Tópicos N° 11, 2003, pp. 23-44).

[9] Prin I, 2.2 (15), p. 171.

[10] CIo XIX, 149.

[11] L. PONS, La Libertad en Orígenes, Bs.As. 2018, p. 140.

[12] Prin I, 6.2 (26), p. 281; cf. CIo I, 54. 97.123.189. 

[13] Cf. Prin II, 9.1 (1-13.24-29), p. 469.

[14] Cf. Prin II, 10.7 (20), p. 513; III, 6.1 (19), p. 765.

[15] Cf. Prin II, 9.6 (19-23.1), pp. 483-485.

[16] Cf. Prin II, 9.6 (1-3), p. 485; II, 9.2 (19-20), p. 471.

[17] Cf. Prin I, 4.1 (1-2), p. 241.

[18] Cf. Prin II, 9.2 (19-20.1-4), p. 473.

[19] Cf. Prin II, 8.3 (4-11), p. 461.

[20] Prin II, 3.1 (8-11), p. 345.

[21] Cf. Prin I, 2.2 (14-18), p. 171.

[22] Cf. CIo II, 97-98.

[23] Cf. Prin III, 5.4 (8-11), p. 571.

[24] Cf. Prin III, 5.4 (7-10), p. 753.

[25] L. PONS, op. cit., pp. 208-209; Cf. G. LEKKAS, Liberté et progrès chez Origène. Turnhout.2001, p. 37.

[26] Gn 1, 1-31‒2,1-4; 2, 4-25.

[27] Cf. HGn h I, 13, SC, p. 89.

[28] Cf. 2 Co 4, 16; 5, 17; Ef 4, 22-24; 1 Co 15, 45-49; Rm 6, 6-29; Col 3,9-10.

[29] Cf. FILÓN, De opificio mundo, 69-134; De specialibus legibus, 31, en A. ORBE, Antropología San Ireneo, Madrid, 1969, pp. 8-12.

[30] HGn h IX, 1.2 (3-7), SC, p. 242; Cf. CCt prol. 2, 4-15; CIo XX, 181-182.  

[31] Cf. HGn h I, 15; h IX, 2; Cf 1 Co 15, 47-49.

[32] Cf. HGn h I, 15; 2Co 4, 16.

[33] Cf. HGn h IX, 2; Cf. Col 3, 9-10.

[34] Cf. HCt I, 5, pp. 62-63.

[35] Cf. HGn IV, 6, p. 160.

[36] Cf. HGn XIII, 3, p. 273; Cf. HGn VII, 5.

[37] Cf. CIo XIII, 35;  I, 24; X, 172; Prin IV, 2, 3 ; HLv  h V, 6.

[38] Cf. HGn XIII, 3, p. 269.

[39] Cf. HGn XIII, 3, p. 273; Cf. HGn VII, 5.

[40] El término viene de πολύς πολλή πολύ, adjetivo que se traduce por mucho o numeroso; propiamente la expresión οἱ πολλοί se traduce por: la mayor parte de los hombres, la multitud, el pueblo; Cf. CIo I, 36, 266.

[41] Propiamente: muchedumbre desordenada, turba; y también se traduce por pueblo, plebe, populacho, entre otros usos; Cf. CMt 11, 6.

[42] El término viene del adjetivo ἁπλόος η ον [-οῦς ῆ οῦν], que se traduce por: simple, único, sencillo; entre otras acepciones; Cf. CC 1, 48; 2, 66; 7, 49; CMt 11, 6.

[43] CIo V, 8: ἄλογον καὶ ὶδιωτικήν πίστιν

[44] Cf. CC III, 37; IV, 9; V, 16.

[45] Cf. J. RIUS-CAMPS, El dinamismos trinitario…, p. 330.

[46] Cf. CIo XX, 3. 33. 308; CIo, II, 5-6. En estos textos Orígenes se refiere a la filiación específica de los perfectos, aludiendo a ellos como los que han recibido la capacidad de ser hijos de Dios (λαβόντες ἐξουσίαν τέκνα θεοῦ γενέσθαι) en el sentido de filiación adoptiva, como lo señala Rius-Camps.

[47] Cf. CCt  prol. 1-4; CIo XIII, 12-13.

[48] Cf. CIo XX, 6; CRm VI, 3 (1061 A).

[49] Cf. CRm VI, 3 (1060 C).

[50] CIo XIX, 150.

[51] CIo XIX, 146.

[52] Cf. J. DANIÉLOU, Orígenes. Ed. Sudamericana. Bs. As. 1958, pp. 7. 259.

[53] También en Orat 6, 1-2.

[54] Prin III, 1.21 (1-7), p. 653; Cf. HNm IX, h 6.

[55] Cf. Prin III, 1. 17.   

[56] También: preparación, construcción; equipaje, acción de disponer el equipaje; provisiones.

[57] Cf. Prin II, 9.6 (5-22), p. 485; Prin III, 1.22 (11-14.1-7), pp. 653-655.

[58] Cf. CIo XX, 38; CCt III, 14.18; IV, 1.21.27; Prin I, 1.12; III, 1.12.

[59] Prin IV, 4.10 (5-10), p. 967. Es necesario tener en cuenta en este punto que en la obra origeniana, la realidad cristiana es con frecuencia descrita mediante pares de elementos antitéticos, cf. “Simples” por A. M. CASTAGNO, en A. CASTAGNO (director) en Diccionario de Orígenes, Burgos, 2003., p. 858. Estas nociones remiten indudablemente a la distinción entre lo visible y lo invisible y entre lo corpóreo y lo inteligible, que Orígenes sostiene en su amplia noción de κόσμος contenida en su doctrina de la primera creación o preexistencia y de la segunda creación. Sin embargo, estas nociones antitéticas no suponen desde ningún punto de vista un dualismo ontológico. Muy por el contrario, Orígenes siempre se esfuerza por mostrar una línea de continuidad entre el cosmos invisible y el cosmos visible; cf. P. CINER, Implicancias teológicas y místicas de la noción de Sabiduría en Orígenes, Opúsculo Filosófico, Año III N° 6, Mendoza, 2010, pp. 21-34.

[60] Prin I, 6.2 (26), p. 281; cf. CIo I, 54. 97.123.189. 

[61] Cf. CCt prol. II, 16 (67), SC, p. 102; Prin III, 6.1 (12-20), p. 765; HGn h 1, 12-13.

[62] Cf. CIo I, 104-105; CRm I, 1.3.

[63] Cf. HGn h I, 13 (86-92), SC, p. 62.

[64] Prin III, 6.1 (20.1-5), pp. 765-767; Col 1, 15.

[65] Cf. CIo II, 28-29

[66] Cf. L. PONS, op. cit., pp. 502-503.

[67] A. M. CASTAGNO, “Simples”, en Diccionario de Orígenes, p. 856. La autora italiana se refiere en este sentido a Hermas, autor estimado por Orígenes, que considera la simplicidad como sinónimo de inocencia (cf. HERMAS, El Pastor, Vis. 1, 1, 6; 2, 7, 2; Mand. 2, 1, 27), en el marco de los diálogos doctrinales de los siglos II y III. Al parecer el elogio a la simplicidad se profesaba frente a las especulaciones teológicas consideradas como demasiado innovadoras e influidas por la filosofía. Del mismo modo Ireneo critica a los que se enorgullecen de la propia ciencia cayendo en la impiedad (cf. IRENEO, Adv. haer. 2, 26,1). En cambio, en la línea de Orígenes -según la autora- se encuentra también Clemente (cf. CLEMENTE, Strom. 1, 18, 1-2), cf. Ibid, p. 856s.

[68] J. RIUS-CAMPS, op. cit., p. 468.

[69] Prin III, 1.22 (9-10.1-7), pp. 653-655.

[70] Prin II, 9.6 (17-22), p. 485.

[71] Prin II, 9.6 (16-17), p. 485.

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