Constantino I, Emperador
Autor: José Juan García
ÍNDICE
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1. Introducción.
2. Edicto de Milán. Significado
3. Decisiones de Constantino Emperador
4. Conclusión
5. Bibliografía
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1. Introducción
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Flavio Valerio Aurelio Constantino (272-337) fue hijo de Constancio Cloro y Helena, militó de joven en la lucha contra los Persas, conducida por Galerio. Cuando en el 305 se produce la abdicación de Diocleciano, Galerio y Constancio Cloro alcanzan el grado de Augustos. Al año siguiente, Constantino va en busca de su padre en Britannia y a su muerte, en junio del 306, fue aclamado Emperador por las tropas locales.
En Marsella vence al adversario Maximino Daia en el 310 y dos años más tarde asume la tarea de luchar contra el “usurpador” Majencio, a quien vence en Turín y Verona y luego, triunfa definitivamente sobre él en la célebre batalla del Ponte Milvio, en Roma[1].
Constantino es el emperador que da a la Iglesia libertad de culto. Después de casi trescientos años de persecución, Constantino hace posible que el cristianismo sea religio licita. Se entiende entonces que la iglesia ortodoxa lo venere como santo.
2. Edicto de Milán. Significado
El edicto de Milán en el 313 por parte de Constantino fue un acontecimiento histórico. Significó el cese de las persecuciones y la libertad para la Iglesia. Obispos y sacerdotes comenzaron a gozar de similares derechos que los responsables del culto pagano.
Es antigua la pregunta: Constantino, ¿se convirtió verdaderamente al Señor? ¿O simplemente usó para sus fines políticos la energía que el cristianismo ya había adquirido? Pensamos modestamente que entrar en polémica acerca de las íntimas convicciones del emperador, no nos da resultado. Veamos los hechos. Está fuera de duda que Constantino fue un emperador de amplios horizontes y favoreció decididamente el cristianismo. En sus manos el imperio volvió a estar unificado después de la división querida por Diocleciano. Del mismo modo, la vida misma de la Iglesia conoció un profundo cambio. La afirmación respecto a Constantino no hace olvidar las decisiones crueles que tomó como emperador. Recordemos que hizo asesinar a su esposa y a su hijo, según él, por razón de estado.
El célebre historiador Eusebio de Cesarea, relata que Constantino, con miedo de la potencia enorme del adversario Majencio, bajo el signo de la cruz puede vencerlo en la batalla de Ponte Milvio, en el 312. Eusebio dice así: “Cuando el sol comenzaba a declinar, Constantino vio con los propios ojos mirando al cielo, más alto que el sol, el trofeo de una cruz de luz en la cual estaban escritas las palabras ´In hoc Signo Vinces (con este signo vencerás). Fue invadido de un gran estupor y junto a él, su ejército”.
Fue su conversión. De inmediato cambia lo signos del propio ejército, sustituyendo el águila con la cruz. Al día siguiente de la victoria no va al Campidoglio a agradecer a los dioses paganos, rompiendo así una larga tradición fundante de la identidad imperial romana. Constantino deja de ejercer la función sacerdotal pagana y en el 313, con el Edicto de Milán, declara legal el Cristianismo. La vida social romana comienza un cambio por influjo de valores evangélicos. Constantino decide eliminar las sanciones establecidas por Augusto para solteros sin hijos, reconociendo de hecho, la bondad de la vida monástica; establece el domingo como día de reposo, torna difícil la práctica del divorcio, prohíbe el concubinato, así como el separar a las familias de los esclavos, y además, prohibir la crucifixión y los juegos de los gladiadores. Como se ve, una decidida promoción de la vida humana que cambia la faz del paganismo anterior.
Eusebio nos dirá que Constantino retarda su bautismo hasta la noche de Pascua del 337, año en que muere, en el día de Pentecostés.
3. Decisiones de Constantino Emperador
Decíamos que Constantino favoreció a los cristianos. Algunas de las decisiones lo muestran:
-la liberación de esclavos declarada delante del obispo, es considerada válida.
-si las partes lo piden, el obispo puede ser juez en causas civiles.
- las donaciones dirigidas a la Iglesia son legales y se da inmunidad al clero.
- son asignadas al obispo de Roma las grandes propiedades sustraídas a los templos paganos.
- algunos templos paganos son destruidos, entre ellos el templo de Afrodita, que estaba construido sobre el lugar de la sepultura de Cristo.
- Constantinopla, segunda Roma, muestra ya características cristianas: iglesias, monumentos cristianos en las plazas, la cruz como signo de identidad en el palacio imperial.
- comienza con Constantino una gran obra edilicia de construcción de basílicas[2].
Además, Constantino también se ocupa de cuestiones internas de la Iglesia, aun no siendo bautizado. Así por ejemplo la cuestión donatista en occidente y la arriana en oriente.
Donato fue un pastor de gran influencia, y pensaba que no era válido un sacramento administrado por un ministro indigno. Constantino se ocupó de la cuestión. Un sacramento es válido aun cuando sea administrado por un pecador. Constantino usará la fuerza, exiliará obispos, confiscará iglesias y bienes y animará la conformación del concilio de Arlés del 314. Será luego el emperador Teodosio quien persiguió tanto a los donatistas, por considerarlos una herejía, como a los paganos:
“Ordenamos que los donatistas y herejes a los que nuestra paciencia ha tolerado hasta ahora sean castigados severamente por las autoridades competentes hasta el punto de que las leyes los reconozcan personas sin facultad de declarar ante los tribunales, ni de entablar transacciones ni contratos de ninguna clase, sino que, como a personas marcadas con una eterna deshonra, se les alejará de la sociedad de las personas decentes y de la comunidad de ciudadanos. Ordenamos que los lugares en que esta terrible superstición se ha mantenido hasta ahora, vuelvan al seno de la venerable Iglesia católica y que sus obispos, presbíteros y toda clase de clérigos y ministros sean privados de todas sus prerrogativas y sean conducidos desterrados cada uno a una isla o provincia distinta. Y si alguno de éstos huyera para escapar de este castigo y alguien lo ocultara, sepa la persona que lo oculta que su patrimonio pasará al fisco y que él sufrirá el castigo impuesto a aquéllos[3].
El emperador Honorio les prohibió actividades en el año 412, aunque logró poseer influencia un tiempo más, incluso hasta que el Islam cobró fuerza en África, llegado el siglo VII.
Enérgicamente escribió contra el donatismo San Agustín, el genio de Hipona.
En los primeros años del siglo V, la controversia entre católicos y donatistas había asumido el carácter de una guerra de religión, en la que los católicos padecían saqueos y hostilidades como víctimas. Lógico es pensar que no todos los fieles y obispos donatistas recurrían a la violencia contra las personas y sus pertenencias. Pero se llegó a un punto tal que hubo que recurrir al Emperador.
Los primeros tiempos del cristianismo encontraron otra dificultad. Arrio fue un presbítero alejandrino que pensó con vigor la teología naciente. En la delicada cuestión acerca de la naturaleza de la Santísima Trinidad, afirmó que Jesús no era eterno como el Padre. “Hubo un tiempo en el que él no existía”, llegará a decir. Jesús era creatura y por ende no era Dios en sentido propio. “Sólo el Padre es el único y verdadero principio”.
En los últimos años de su vida, Constantino se hace arriano. Probablemente la idea teológica de Arrio, un solo Dios Padre en el cielo, un solo emperador en la tierra, le resultaba favorable. Si en cambio Dios no es único sino Uno y Trino, las cosas se complican, y la exclusiva representación divina de parte del emperador no se dice de igual modo. Sobre todo cuando se habla de que no todo aquello que es de Dios es del César. Si el César encarna en la tierra los poderes de Dios Padre, los poderes del Hijo, ¿quién los detenta? ¿Quizá el poder espiritual? Y de ser así, ¿no se vuelve autónomo? A Constantino no le viene otra idea que obligar a todos los obispos, casi funcionarios suyos, que se vuelvan arrianos. Para ello usa la fuerza. En oriente todos ceden, menos uno, Atanasio, obispo de Alejandría. Fue calumniado y expulsado. En occidente, quedan tres más el papa. Se llamaba Liberio y fue también arrestado y deportado en Milán. Pero dos años después vuelve a Roma, liberado. Se especula mucho en torno a esto, pero lo más probable es que su confesión arriana haya sido hecho bajo amenaza de muerte. Jurídicamente inválida por tanto.
Constantino convoca el primer concilio ecuménico en Nicea en el 325. Lo hace sin solicitar el parecer del papa, con todos los costos a cargo del imperio. Los mismo trabajos conciliares comienzan en el palacio imperial. Al término del concilio ofrece a cada obispo un regalo y gran banquete.
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4. Conclusión
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Con el emperador Constantino la Iglesia no se ve ya perseguida, sino más bien privilegiada. No pocos nuevos cristianos ven en ella no un espacio de evangelización y promoción humana, sino un ambiente de creciente movilidad social. San Jerónimo, padre de la Iglesia autor de la Vulgata, dirá: “Desde que la iglesia tiene emperadores cristianos, ciertamente ha crecido en potencia y riqueza, pero ha disminuido en fuerza moral”.
Constantino tomó parte activa en la organización y gestión de la Iglesia. Las consecuencias de ello se dejó ver en innumerables conflictos y heridas.
Los restos mortales de Constantino descansan en la basílica de los Doce Apóstoles, porque él se entendía a sí mismo como igual a ellos.
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5. BIBLIOGRAFÍA
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FORLIN PATRUCCO, M., “Costantino I, imperatore”, en Dizionario Patrtistico e di Antichitá Cristiane (a cura di Angelo Di Bernardino), Vol I., Marietti, Roma, 1983, 803-805.
GARCÍA, J. J., Vida moral en los Padres de la Iglesia. Su presencia hoy. Editorial Universidad Católica de Cuyo, San Juan, 2019.
PELLICIARI, A., Una Storia della Chiesa. Pai e santi, imperatori e re, gnosi e persecuzione, Cantagalli, Siena, 2018.
[1] Cfr. FORLIN PATRUCCO, M., “Costantino I, imperatore”, en Dizionario Patrtistico e di Antichitá Cristiane ( a cura di Angelo Di Bernardino), Vol I., Marietti, Roma, 1983, 803-805.
[2] Para más detalles, puede verse PELLICIARI, A., Una Storia della Chiesa. Pai e santi, imperatori e re, gnosi e persecuzione, Cantagalli, Siena, 2018, pág. 46.
[3] Codex Theodosianus, XV, 5, 5.