Actas de los mártires
Autor: Jerónimo Leal
Índice
- Introducción
- Actas y Passiones
- Leyendas
- Teología del martirio
- Actas militares
- Actas donatistas
- Bibliografía y notas
1. Introducción
Los escritos que describen las circunstancias de la muerte, por condena judiciaria, de un cristiano o un grupo de cristianos se denominan Actas de los mártires. La redacción de estos documentos abarca desde el siglo II hasta el VI. El número de Actas es tan elevado y sus características tan variadas que resulta casi imposible una caracterización general, menos aún hacer una lista completa.
Durante las persecuciones [1], cada una de ellas con sus características y causas, las acusaciones del poder político o del pueblo, se extienden desde el sacrilegio hasta la lesa majestad (cf. Tertuliano, Apologeticum 10,1). En realidad el estado trataba de evitar todo desorden y revuelta contra la autoridad, cualquier palabra contra la Felicitas temporum que las inscripciones, medallas y monedas imperiales proclamaban y de la que se enorgullecían, la participación en reuniones ilícitas en las que se agitaba la tranquilidad pública [2], aunque todas ellas representaban una excusa que no explica la ferocidad de algunas persecuciones.
El martirio fue visto enseguida desde su perspectiva de la imitación más perfecta de Jesucristo. Consecuencia de esta visión es el hecho de que el Concilio de Hipona del año 393 y el Breviarium Hiponense señalasen que, además de las escrituras canónicas, en las reuniones litúrgicas se debían leer las passiones martyrum [3]. Saxer confirma que la Passio Perpetuae era objeto de una lectura pública y, sin duda, litúrgica [4], pero esto mismo se podría probar de otras actas, como las de los mártires escilitanos, Mariano y Santiago, las actas proconsulares de Cipriano, etc. La fuerza de la prueba está sobre todo en la presencia de la aclamación Deo gratias, o de la doxología trinitaria final que se encuentra en muchos de esos textos, testificando su uso litúrgico [5]. Bastiaensen [6] demuestra que esa lectura no se hacía necesariamente durante la celebración de la Eucaristía, sino que podía muy bien pertenecer a otro tipo de ceremonias más en relación de proximidad con la propia tumba del mártir. Este uso, además, era distinto según las diversas partes del imperio. En Roma, por ejemplo, tal lectura estuvo prohibida hasta el siglo octavo, mientras que en África está atestiguada ya por S. Agustín, y aun así el momento de estas lecturas es también diverso: en África está atestiguada para la misa de los catecúmenos después del evangelio y antes del sermón, mientras que en Galia esta lectura reemplazaba a las que se hacían antes del evangelio y sólo en las fiestas de los mártires [7].
2. Actas y Passiones
Si atendemos al género literario, debemos dividir los textos en actas y passiones. Lazzati [8] describe esta bipartición con términos elegantes: gli Atti sono il martirio, le Passioni descrivono il martirio (las actas son el martirio, las passiones describen el martirio). Para Mayol [9], actas son los documentos judiciales en su sequedad o apenas comentados; passiones son relaciones o composiciones escritas sobre la condena y muerte de los mártires. Un ejemplo sobresaliente de documento judicial son las Acta Martyrum Scilitanorum, del proceso celebrado ante el procónsul de Cartago el 17 de julio de 180. El segundo tipo de documentos puede tener forma de cartas, diarios (como en el caso de Perpetua y Felicidad, Mariano y Santiago, Montano y Lucio) o simplemente historias de mártires (sea autónomas, sea incluidas en obras más amplias como el Martirio de Policarpo o la Carta de los mártires de Lión). Como tipo mixto se puede indicar la Passio S. Cypriani, identificada como Acta proconsularia, en la que se entremezclan los dos géneros.
La causa de que, tradicionalmente, bajo el gran título de Actas se entiendan géneros diferentes de narraciones de martirios [10], hay que buscarla en la influencia que ejercieron los Bolandistas con sus Acta Sanctorum, los hechos de los santos, que se transfirió a las Actas de los mártires significando también cada uno de los escritos en los que se trataba de ellos [11]. Algunos críticos [12] sostienen que debería dejarse la nomenclatura -nacida en el siglo XVII- de Acta y conservar la antigua de passio/passiones [13]. No es posible disentir de esta opinión, puesto que el latín acta se refiere también a las actas de un procedimiento judicial, a las que habría que reservar el término, empleando passio para los textos de carácter narrativo. Pero la tradición ha impuesto, de alguna manera, la sinonimia entre actas y passiones y sería difícil sustraerse a este hábito, por lo que aquí nos conformaremos a lo universalmente establecido.
En realidad, se puede decir que no poseemos ninguna de las auténticas actas de procesos, las llamadas actas proconsulares. Sólo quedan conservadas en escritos cristianos, cuyos redactores quizá han acudido a los archivos para tomar nota de los interrogatorios, pero que la mayor parte de las veces, por no decir siempre, han sido reelaboradas, con la exclusión de las partes que no interesaban al redactor cristiano y con la inclusión, basada en recuerdos personales, de las intervenciones de testigos o intervenciones de los acusados, magnificadas y ampliadas para hacer resaltar más la figura del mártir [14]. Le Blant [15] llega a afirmar, basándose en algunas actas antiguas, que en tiempos de paz los cristianos no tenían dificultades para hacerse con los textos, pero en época de persecución probablemente debían comprar las copias, sobornando a los spiculatores. Existe un papiro de Oxirrinco que contiene justificantes del pago a personas que han efectuado investigaciones y han hecho copias de documentos en archivos oficiales [16], mientras que el caso del empleo por los mismos cristianos de taquígrafos queda siempre como una hipótesis poco probable [17].
Durante el segundo y tercer siglo, se caracterizan estas actas de procesos por una estructura trimembre, conforme a un rígido protocolo: los datos preliminares básicos del proceso (fecha, lugar, nombres de los magistrados y los acusados); el interrogatorio con las respuestas de los acusados, en una manera muy esquemática, con mínimos incisos narrativos para describir las órdenes impartidas por el juez; y la sentencia, publicación por el alguacil y ejecución. Muchas de las actas de los mártires son conformes plenamente a este esquema. Las actas del proceso estaban a disposición de las partes durante el proceso y, después, transcritas en un plazo de cinco días o, como máximo, quince, firmadas y selladas, se exponían a la pública lectura y después se archivaban. Una vez archivadas, como se vio antes, quedaban también a disposición de quien quisiera verlas o copiarlas [18].
El motivo por el que los cristianos se han interesado en la documentación de los procesos es múltiple. En primer lugar, estos documentos garantizan la heroicidad del mártir, pues han sido redactados por un funcionario, personaje fuera de sospecha por lo que se refiere a la autenticidad del documento. Además, siguiendo la argumentación de Lanata [19], la necesidad de procurarse modelos de comportamiento en caso de que se presentase la eventualidad de ser llamados ante el juez y, complementariamente al primero de los argumentos, el recurso a los archivos públicos, depositarios de la verdad de los hechos, para anular todo intento de instrumentalización del mártir en las controversias doctrinales: un auténtico mártir es un argumento de fuerza contra los herejes. La transcripción de las actas, así como la redacción de las passiones, tiene un origen espontáneo [20]: la necesidad de conservar el recuerdo de un triunfo como materia de instrucción y de exhortación a los miembros de la comunidad, por si eran llamados a dar testimonio en esa misma forma [21].
3. Leyendas
A medida que transcurría el tiempo después de la ejecución y, por tanto, se encontraban menos actas que consultar, crecía, como es lógico, la parte imaginativa [22]. Este es el caldo de cultivo apropiado para el nacimiento de algunas passiones que no se pueden denominar históricas precisamente. Sin embargo, aun en éstas hay pasajes en los que no es posible dudar de una base real [23], lo cual nos confirma muchas veces en su autenticidad, aunque no se deba despreciar la buena dosis de invención que trata de rellenar las lagunas y hacer los textos más apetecibles a un público quizá atribulado. Como ejemplo de este tipo se puede mencionar, entre otros muchos, la Passio S. Fabii Vexilliferi.
Se ha apuntado antes la espontaneidad de los orígenes de la redacción de actas y passiones. Aunque hay quien sostiene la influencia de las actas paganas [24], e incluso hay quien hace remontar el género a la literatura judaica de martirio [25], otros críticos, con el fin de subrayar la originalidad del género en ambiente cristiano, niegan toda influencia e inspiración [26]. En realidad, lo que interesa más aquí es atender a la historicidad de las actas. En 1689 Ruinart publicó sus Acta primorum Martyrum sincera et selecta. A partir de ese momento se empezó a distinguir un grupo de actas denominadas auténticas, del resto. Después se abandonó esta distinción [27], pues hoy se tiende más bien a identificar el núcleo histórico que puede encontrarse detrás de cada acta. Barnes, por ejemplo, propone la cuestión en términos de continuidad del relato con los hechos a la luz de la proximidad temporal o el rigor de la narración [28], llegando sin embargo a la conclusión de que sólo hay nueve actas auténticas. Generalmente los críticos tienden a clasificar en dos o tres grandes grupos, sin dejar espacio a matices. La historicidad de las actas no debe confundirse con la datación, en muchos casos de difícil establecimiento, pero la proximidad de la redacción del texto a la época de los sucesos allí consignados debería ser, al menos como consideración teórica, una garantía de historicidad. El problema, en realidad, se traslada, en ese caso, a la certeza sobre la sinceridad del compilador. A esto se añade la cuestión de los textos que han empleado fuentes más antiguas, sean las auténticas actas proconsulares, sean otros textos no oficiales pero conservados, en gran estima, por las comunidades cristianas. Como bien observa Scorza Barcellona [29], con una sutilísima distinción, la cuestión puede estar en si se trata de un texto del siglo V que ha incluido elementos del siglo II, o de un texto del siglo II reelaborado en el siglo V. Para la datación se recurre, como se hace habitualmente, a los argumentos externos (citas en otros escritos antiguos) e internos (referencias cronológicas, históricas, topográficas, etc.). La canonización de las nueve actas citadas antes, se puede deber a su estrecha vinculación, la mayor parte de las veces artificial, con los textos que, indefectiblemente hasta nuestros días, se consideraron inspirados y entraron por eso en el canon bíblico [30].
Para demostrar la historicidad de un acta se puede atender a la ausencia de las notas que distingue Delehaye en las passiones épicas [31]: caracterización fuertemente negativa de las autoridades, interrogatorios y discursos larguísimos y cargados de elementos fuera de contexto, abundancia extraordinaria de suplicios, exceso de elementos sobrenaturales [32]. Estas passiones épicas o leyendas, nacen con el objetivo de crear una historia para un mártir, real, pero que carecía de una narración escrita. Las críticas que se mueven contra la historicidad de las actas en nada deberían afectar a la autenticidad de los mártires a quienes se dedican: los hermoseamientos del texto no excluyen necesariamente la historicidad del personaje. En efecto, las actas de los mártires son un género a medio camino entre la historia y la literatura, entendida ésta en un modo muy general. Una prueba de falta de historicidad de un relato es, por ejemplo, el odio de los mártires al perseguidor que llega hasta la maldición que se te rompan las costillas, de las actas de Máxima, Segunda y Donatela [33]. La historicidad del mártir, sin embargo, se puede establecer acudiendo a otros procedimientos: son lo que llama Delehaye coordenadas hagiográficas [34]. Estas coordenadas son dos: topográfica y cronológica. La primera consiste en la localización de la tumba del santo mártir; la segunda se refiere a la existencia de una celebración litúrgica anual de la fiesta en un día y mes concretos. La existencia de ambos elementos asegura la existencia del santo mártir; su ausencia resta historicidad al personaje [35]. Se podría afirmar que en las actas más antiguas, la historia lleva a la edificación del lector en modo armonioso; en las menos antiguas el fin de edificación puede llegar a ahogar la historicidad del relato, aunque quede a salvo la autenticidad del mártir.
4. Teología del martirio
Una característica común a las actas de los mártires es una cierta teología del martirio [36]. El martirio, concebido como testimonio cruento en favor de la fe, representa la forma suprema de perfección cristiana en todas las actas, pero especialmente en la Passio Perpetuae [37]. Esta idea, sin embargo, no se encuentra así en los primeros documentos del Nuevo Testamento, sino que es el resultado de una lenta elaboración en la que se unen progresivamente testimonio del Evangelio y muerte cruenta. Antes de esta fusión, el testimonio por Cristo ya había asumido con S. Pablo un carácter de participación en los sufrimientos y Pasión de Cristo, y en los escritos joánicos la muerte de Cristo está en íntima relación con el testimonio que ha venido a dar al mundo. Este aspecto es desarrollado con radical coherencia en el Apocalipsis, en el que Cristo es el testigo por excelencia y su muerte por el testimonio es el centro de su obra. Quien lo acoge se hace también testigo. El testimonio -μάρτυρ significa testigo- es entonces una prerrogativa de la comunidad porque es la misma existencia de la comunidad la que desencadena la persecución. La elección del mártir por parte del Espíritu Santo le da un título de gloria y un privilegio incomparables, porque se convierte en testigo perfecto. En el Apocalipsis, sin embargo, no se ponen al mismo nivel el sacrificio de los mártires y el de Cristo, tanto menos se habla de un valor expiatorio objetivo del martirio humano. En S. Ignacio de Antioquía el martirio-perfección se funde con el martirio-expiación: el mártir es fuente de salvación para la Iglesia. En este sentido también se encuentra el martirio como un segundo bautismo (Passio Perpetuae XVIII,3).
Si se quiere buscar una imagen que resuma, a lo largo de la historia, toda esta teología del martirio es necesario hacer referencia al símbolo de la corona. No deja de sorprender una casualidad, si se nos permite la expresión, que ha hecho de la corona sinónimo de martirio: nos referimos a la etimología del nombre del primer mártir cristiano. En efecto, Esteban, en griego στέφανος, significa corona: si el protomártir lleva la corona en el nombre, todos los demás la alcanzan imitándole en las acciones. Sus precedentes son, lógicamente, escriturísticos [38], pero después se encuentra en casi todas las actas de los mártires. A imitación de Esteban se encontrarán también las visiones en que aparecen coronas distribuidas a los vencedores en la liza. El origen también pagano de la corona completa el significado de triunfo, pues se solía conceder como premio en las competiciones una corona o palma trenzada, en cada ocasión de una planta diversa (olivo, laurel, pino, etc.).
Es necesario subrayar todavía otros aspectos teológicos que, sin referirse directamente al martirio, han ejercido una notable influencia en la concepción martirológica antigua, como son la doctrina de los carismas y la concepción del bautismo como participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo: ambos remiten a S. Pablo. Otro aspecto que no conviene olvidar es la existencia del gnosticismo. Definido sumariamente, por lo que nos respecta, como doctrina de acentuado espiritualismo y de devaluación de los aspectos prácticos, tendía a considerar indiferente la confesión exterior mediante el martirio. Con este trasfondo -seguimos a Corsini- la aparición de las actas de los mártires hay que ponerla en relación con la reacción al gnosticismo que encontramos contemporáneamente en África y Roma con Tertuliano e Hipólito. Tienen un sentido decididamente antignóstico la revaloración del acto externo de la confesión, el fuerte sentido eclesial del martirio y el carácter sacramental de algunos sueños y litúrgico de todas las actas.
Hay muchos puntos en común en la interpretación del martirio en área Africana. Así Aronen [39] encuentra que en Tertuliano y en la Passio Perpetuae el mártir recibe tres premios: la corona de eternidad (el ramo verde del lanista), la ciudadanía del cielo (a la que se entra por la puerta Sanavivaria) y la gloria eterna (Perpetua camina cum gloria hacia la mencionada puerta). Indudablemente se encuentra también el tema, en conexión con la teología del martirio, de los sufrimientos por Cristo que llega a ser quien realmente sufre en los mártires, quitando a éstos los sinsabores y dolores [40]. Según el mismo Simonetti [41], habría aún otro elemento común en las actas: el contraste entre el Dios vivo y las divinidades paganas. En efecto, la alusión al Dios que ha creado el cielo y la tierra es un motivo recurrente en estos escritos, como afirmación fuerte de la existencia de un único Dios bajo cuya potestad se deben situar todas las criaturas y todos los acontecimientos de este mundo, incluido también el martirio. El Dios Creador es un punto firme de la catequesis primitiva, a la que no se sustrae ninguna de la apologías, -y se podría decir también- ninguna de las actas de los mártires, en las que se ve enseguida el encendido afán de los mártires por comunicar también a sus perseguidores la Buena Nueva.
Algunos autores, como Schultze [42], Franchi de' Cavalieri [43] y Lomanto [44] son partidarios de la existencia de esquemas biográficos, fuente de inspiración común para todas las passiones de la misma área geográfica, que se materializa, por ejemplo, en la Passio Perpetuae. La analogía de estructura entre ésta y la Passio Montani y la Passio Mariani, sobre todo, en las que dentro de un cuadro narrativo se introducen las visiones de los mártires, la coincidencia de algunas situaciones y la afinidad de lenguaje avalan esta hipótesis. No se trata sólo de una unidad de esquema narrativo, sino que, en la más atrevida interpretación de Lomanto [45], el mismo repertorio de símbolos tiene su modelo en la Pasión de Perpetua. Meslin [46] señala como características comunes, entre otros elementos que se pueden encontrar en los sueños, la copa como premonición del martirio, la relación entre copa y fuente de agua, la leche como alimento de eternidad. Pero todas estas coincidencias se deben reducir, de acuerdo con Franchi de' Cavalieri [47], a un esquema de líneas tan amplias que no perjudica absolutamente nada la sustancia de los hechos, como se ve claramente en las diversidades entre las historias de los distintos mártires.
5. Actas militares
Existe un subgrupo (mejor que subgénero) dentro de la literatura martirial que hace referencia al ejército. Nos llevaría muy lejos un análisis exhaustivo de las razones a favor y en contra del servicio militar por los cristianos, pero alguna noticia básica se debe dar aquí. Seguimos, para ello a Delehaye [48], que parece haber dado buenas pistas para la solución de este debatido enigma. En realidad, los militares cristianos no sufrieron, en la mayor parte de la época de persecuciones, un peligro inmediato de idolatría, pues la praxis cultual se relajaba fácilmente.
Que hay soldados cristianos desde tiempos antiguos es un hecho que nadie negará. Como tampoco se negará que ha habido fricciones a la hora de resolver momentos de crisis. El ejemplo del De corona de Tertuliano, no es más que una excepción que tendrá su continuación en las passiones a que hacemos referencia, también ellas excepción al modo general de afrontar la cuestión militar. Queda claro que de las cuatro que mecionaremos, no todas se pueden considerar históricas [49]. La Iglesia primitiva no es favorable a la guerra, pero tampoco vive en la abstracción [50]. Por otra parte, los soldados no han sido objeto de especiales medidas de control, por encima de las ordinarias aplicadas a todos los cristianos. A este hecho constituye también una excepción la introducción por el emperador Diocleciano de la προσκύνησις, un rito que puede y podía ser interpretado como adoración del emperador y exigido a los militares, evidentemente no de modo universal. Este rito no fue abolido después de la paz constantiniana, pero quedó como resto anquilosado y sin ningún valor más que el de la etiqueta de corte. Según la noticia trasmitida por Lactancio [51], Diocleciano impuso la obligatoriedad de los sacrificios en el ejército. Los que no sacrificaron fueron expulsados del ejército y los casos de ejecución fueron realmente pocos.
Según Seston [52], las manifestaciones de lealtad al emperador, siempre que fuesen sólo eso, eran perfectamente lícitas a los cristianos, pero con Diocleciano nos encontramos en una situación diferente. Dado que se había producido la epifanía de los augustos, es decir, el acto por el que tomaron los nombres de Júpiter y Hércules y quedan, por eso, asimilados a los dioses, a partir de aquí, cualquier acto que tenga que ver con sus imágenes se ha convertido en idolatría. Por eso Tipasio (Cf. Passio Typasii 2) rechaza la condecoración o las monedas en las que seguramente se encuentra la efigie del emperador [53]; por eso Fabio (Cf. Passio Fabii 4) se niega a llevar los estandartes de los muertos.
Sabemos que el concilio de Arles, tenido en 314, prohibió a los cristianos desertar en tiempo de paz. Pues bien, los cuatro mártires militares a que nos referimos perecieron muy probablemente -reservándonos la posibilidad de interpolaciones y fantasías del redactor- durante las luchas de Maximiano contra los quinquegentiani entre 298 y 299 [54]. Por eso la Iglesia los tuvo por mártires y no por desertores. [55]
6. Actas donatistas
Algunas actas han sufrido reelaboraciones donatistas, aunque son anteriores al problema donatista. Delehaye parece conocer únicamente tres actas propiamente donatistas: la pasión de Donato (Sermo de passione Donati), la de Márculo (Passio Marculi) y la de Isaac y Maximiano [56]. Pero existen otras actas a las que los donatistas se han aferrado para defender su postura frente a los católicos. Las actas donatistas han dado lugar recientemente a algunas publicaciones, como la de Tilley [57], dedicada enteramente a las donatistas, aunque el mismo editor debe reconocer que algunas de ellas han sido compartidas por ambas facciones. En general, los críticos reconocen dos categorías: las precedentes al cisma, que son comunes con los católicos y sólo han sido retocadas permaneciendo el fondo de la narración fiel a sus inicios, y las posteriores, propiamente donatistas [58].
7. Bibliografía y notas
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[1] La bibliografía es abundantísima. Se pueden consultar desde los más clásicos de P. Allard, Histoire des persécutions pendant les deux premiers siècles, Paris 1885; Histoire des persécutions pendant la première moitié du troisième siècle, Paris 1886; y Les dernières persécutions du troisième siècle, Paris 1887; y E. Leblant, Les persécuteurs et les martyrs aux premiers siècles de notre ère, Paris 1893, hasta los más recientes y específicos como T. Barnes, Legislation against the Christians, en Journal of Religious Studies 58 (1968), 32-50. Puede ser interesante consultar W.H.C. Frend, Martyrdom and Persecution in the Early Church. A Study of a Conflict from the Maccabees to Donatus, New York 1967. Cf. también H. Grégoire, Les persécutions dans l'Empire romain, Bruxelles 1964. E. Griffe, Les persécutions contre les chrétiens aux Ier et IIe siècles, Paris 1967. Es muy citado, quizá por su concisión, J. Moreau, La persécution du christianisme dans l'Empire romain, Paris 1956.
[2] Cf. E. Le Blant, Bases juridiques des pursuites dirigées contre les martyrs, en Le Blant, E., Les persécuteurs et les martyrs aux premiers siècles de notre ère, Paris 1893, pp. 51-71, basado en Ulpiano, Sententiae V,29,1.
[3] Cf. Concilium Hipponense 5 y Breviarium Hiponense 36,d [ed. C. Munier, CCL CXLIX, Concilia Africae A. 345 - A 525, pp. 21 y 43].
[4] Cf. V. Saxer, Afrique latine, p. 27. Ver también su Morts, martyrs, reliques en Afrique chrétienne aux premiers siècles. Les témoignages de Tertullien, Cyprien et Augustin à la lumière de l'archéologie africaine, Paris 1980, pp. 78-79 y 200-208 sobre las lecturas hagiográficas. Saxer se basa parcialmente en B. de Gaiffier, La lecture des Actes des martyrs dans la prière liturgique en Occident: à propos du Passionaire hispanique, en Analecta Bollandiana 72 (1954), pp. 134-166.
[5] Cf. G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, p. 34.
[6] A.A.R. Bastiaensen, Atti e Passioni dei martiri, Introduzione di A.A.R. Bastiaensen, Vicenza 1987, p. xxii.
[7] Cf. B. de Gaiffier, La lecture des Actes des martyrs dans la prière liturgique en Occident: à propos du Passionaire hispanique, en Analecta Bollandiana 72 (1954), pp. 138-146.
[8] G. Lazzati, Gli sviluppi della letteratura sui martiri nei primi quattro secoli, Torino 1956, p. 9.
[9] Cf. J. de Mayol de Lupé, Les actes des martyrs comme source de renseignements pour le langage et les usages des II e III siècles, en Revue des Études Latines 17 (1939), p. 90.
[10] Cf. J. Quasten, Patrología (trad.esp), Madrid 1962, vol. I p. 177; D. Ramos-Lissón, Patrología, Pamplona 2005, p. 127.
[11] Cf. F. Scorza Barcellona, Agli inizi dell'agiografia occidentale, en Hagiographies, ed. G. Philippart, vol. III, Turnhout 2001, p. 32.
[12] G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, p. 7.
[13] Cf. Atti dei martiri dei primi tre secoli, ed. V. Saxer, Padova 1984, p. 10.
[14] G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, p. 12.
[15] E. Le Blant, Les Acta Martyrum et leurs sources, en Nouvelle Revue historique de droit français et étranger 3 (1879), p. 8.
[16] Se trata de P. Oxy. 1654. Cf. G.A. Bisbee, Pre-Decian Acts of Martyrs and Commentarii, Philadelphia 1988, p. 31.
[17] G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, p. 18. Cf. también G.A. Bisbee, Pre-Decian Acts of Martyrs and Commentarii, Philadelphia 1988, p. 28. Según este autor, la mayor parte de las actas de procesos que han llegado hasta nosotros son copias privadas. Se debe suponer que o había presente entre el público alguien que tomaba nota o se copiaba después del mismo acta del proceso. El dato de que se pagaba por obtener copias procede de un documento poco fiable históricamente, las Actas de Taracho y compañeros. Supone Bisbee que si se pagaba era más bien para obtener el silencio de quien había conseguido la copia.
[18] Cf. H. Delehaye, Les Passions des Martyrs et les genres littéraires, Bruxelles 1921, pp. 174-182. Cf. G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, p. 16-17. Cf. también el estudio de G.A. Bisbee, Pre-Decian Acts of Martyrs and Commentarii, Philadelphia 1988. Bisbee se basa en la existencia de toda una serie de actas de procesos conservadas en Egipto, que deberían ser representativas de la forma que tenían los procesos en todo el imperio. Su principal fuente es el estudio de R. Coles, Reports of Proceedings in Papyri, Brussels 1966, que recoge ochenta y siete actas de procesos sólo del siglo segundo. El magnífico trabajo de Bisbee consiste en comparar esas actas con las actas de los mártires para establecer si hay afinidades suficientes como para declararlas auténticas. Bisbee es muy parco en declaraciones, pero parece concluir que, al menos en los casos que él ha estudiado, las afinidades son suficientes para probar el trasfondo histórico de nuestras Acta Martyrum.
[19] Cf. G. Lanata, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milano 1973, pp. 22-27.
[20] Cf. también en este sentido H. Delehaye, Les Passions des Martyrs et les genres littéraires, Bruxelles 1921, p. 155, quien se declara en contra de Harnack y su hipótesis de que las actas se han redactado con la finalidad explícita servir de continuación a los escritos del Nuevo Testamento.
[21] Cf. A.A.R. Bastiaensen, Atti e Passioni dei martiri, Introduzione di A.A.R. Bastiaensen, Vicenza 1987, pp. xxiv-xxv.
[22] Cf. Bastiaensen, p. xxxviii-xl, en Atti e Passioni dei martiri, ed. Bastiaensen, Vicenza 1987.
[23] Cf. A.A.R. Bastiaensen, Atti e Passioni dei martiri, Introduzione di A.A.R. Bastiaensen, Vicenza 1987, p. xxx.
[24] Cf., por ejemplo, G.A. Bisbee, Pre-Decian Acts of Martyrs and Commentarii, Philadelphia 1988, pp. 13-14. Más matizado es el juicio de M. Simonetti, Qualche osservazione a proposito dell'origine degli Atti dei martiri, en Revue des Études Augustiniennes 2 (1956), pp. 39-57. Para este crítico las actas de los mártires no se pueden considerar como un único bloque, por lo que, manteniendo la originalidad del género en ámbito cristiano, se podría afirmar una cierta influencia en algunas de las actas.
[25] Frend, W.H.C., The Persecutions: some Links between Judaism and the Early Church, in Journal of Ecclesiastical History 9 (1958), p. 151 afirma: ...late Jewish literature provided the literary models as well as the ideas of some of the earliest Christian Acta Martyrum.
[26] Scorza Barcellona, F., Agli inizi... pp. 33-38.
[27] Ya H. Delehaye, Les Passions des Martyrs et les genres littéraires, Bruxelles 1921, pp. 446-447 propende a la no utilización de este término que sirve más a la confusión que a la clarificación.
[28] Barnes, T.D., Pre-Decian «Acta Martyrum», The Journal of Theological Studies 19 (1968), p. 509: how far are these accounts, the acta martyrum, to be regarded as either contemporary or accurate records?
[29] Scorza Barcellona, F., Agli inizi... pp. 42-43.
[30] Cf. G.A. Bisbee, Pre-Decian Acts of Martyrs and Commentarii, Philadelphia 1988, p. 7.
[31] Cf. H. Delehaye, Les Passions des Martyrs et les genres littéraires, Bruxelles 1921, p. 236 y ss. El contraste entre estas passiones y las históricas es muy grande y se hace difícil la clasificación de las notas distintivas, pero éstas se pueden agrupar en los grandes temas señalados arriba.
[32] Se puede ver también el clásico manual de R. Aigrain, L'hagiographie : ses sources, ses méthodes, son histoire (Repr. inchangée de l'édition originale de 1953 avec un complément bibliographique par Robert Godding.), Bruxelles 2000, pp. 140 y ss. La mera presencia del emperador en el interrogatorio del mártir o en el martirio, e incluso su propia muerte o enfermedad, es otro de los elementos que hacen evidente la caracterización de épica a una passio.
[33] n. 2. El texto, podría ser interpolado, según Franchi de' Cavalieri.
[34] Cf. H. Delehaye, Cinq leçons sur la méthode hagiographique, Bruxelles 1934, p. 12-13.
[35] No podemos aquí estudiar la evolución del culto a los mártires. Únicamente dos datos servirán para ambientar el proceso de crecimiento-corrupción de este proceso. El concilio de Cartago de 401 recomienda destruir las falsae memoriae martyrum, pues llenaban calles y campos monumentos martiriales, más o menos grandes, que no contenían ningún elemento del cuerpo de los mártires. Ese mismo año S. Agustín critica a los monjes vagantes que venden miembros de algunos supuestos mártires. Cf. A Di Berardino, Guarigioni nel contesto della traslazione delle reliquie di S. Stefano al tempo si S. Agostino, en Salute e guarigione nella tarda antichità. Atti della giornata tematica dei Seminari di Archeologia Cristiana, Roma, 20 maggio 2004, ed. H. Brandenburg, S. Heid, C. Markschies, Città del Vaticano 2007, p. 231. Cf. De op. monach. 28,36.
[36] Algunos estudios sobre este argumento en orden cronológico son T. Baumeister, Genese und Entfaltung der altkirchlichen Theologie des Martyriums, Bern 1991; y M. Pellegrino, Le sens ecclésial du martyre, en Revue des Sciences Religieuses 25 (1961), pp. 151-175, así como la introducción de Ruiz Bueno a su ya clásica obra Actas de los mártires, Texto bilingüe. Introducciones, notas y versión española por D. Ruiz Bueno, Madrid 1996, pp. 3-67. Puede verse también el interesante estudio de E. Zocca, Sacrificio e martirio nella letteratura agiografica del II e III secolo, en Annali di Storia dell'Esegesi 18 (2001), pp. 281-306, en el que se investigan las connotaciones de sacrificio en el martirio.
[37] Cf., para cuanto sigue, E. Corsini, Proposte per una lettura della «Passio Perpetuae», en Forma Futuri. Studi in onore del Cardinale M. Pellegrino, Torino 1975, pp. 489-492. Cf. también H.F. von Campenhausen, Die Idee des Martyriums in der alten Kirche, Göttingen 1936. También sobre este aspecto la bibliografía es interminable.
[38] Cf. Si 47,7; Is 28,5 y 62,3; Jr 13,18; 1 Ts 2,19; 1 P 5,4.
[39] Cf. J. Aronen, «Pythia Cartaginis» o immagini cristiani nella visione di Perpetua?, en L'Africa romana. Atti del VI convegno di studio, ed. A. Mastino, Sassari 1989, p. 648.
[40] Cf. una interpretación parecida en M. Simonetti, Qualche osservazione sui luoghi comuni negli Atti dei martiri, en Giornale italiano di filologia 10 (1957), pp. 147-155.
[41] Cf. M. Simonetti, Qualche osservazione sui luoghi comuni negli Atti dei martiri, en Giornale italiano di filologia 10 (1957), p. 154.
[42] No hemos podido consultar este artículo que sólo conocemos a través del de Franchi de' Cavalieri, citado en la nota siguiente.
[43] Cf. P. Franchi de' Cavalieri, La Passio SS. Mariani et Iacobi, en Studi e Testi 3 (1900), p. 13.
[44] Cf. V. Lomanto, Rapporti tra la Passio Perpetuae e passiones africane, in Forma futuri. Studi in onore del cardinale M. Pellegrino, Torino 1975, p. 566.
[45] Ibidem p. 586.
[46] Cf. M. Meslin, Vases sacrés et boissons d'éternité dans les visions des martyrs africains, en Epektasis Mélanges patristiques offerts au Cardinal Jean Daniélou, ed. J. Fontaine, C. Kannengiesser, Paris 1972, pp. 140-148.
[47] Cf. P. Franchi de' Cavalieri, La Passio SS. Mariani et Iacobi, en Studi e Testi 3 (1900), p. 13.
[48] H. Delehaye, La persécution dans l'armée sous Dioclétien, en Mélanges d'hagiographie grecque et latin, Bruxelles 1966, pp. 256-268.
[49] Cf. H. Delehaye, La persécution dans l'armée sous Dioclétien, en Mélanges d'hagiographie grecque et latin, Bruxelles 1966, p. 267. Para Delehaye, de entre éstas, sólo hay dos passiones históricas: la Passio Marcelli y la Passio Maximiliani.
[50] Id. p. 256-257.
[51] De mortibus persecutorum 10,4, [ed. S. Brandt–G. Laubmann, CSEL XXVII,2, p. 184]: Tunc ira furens sacrificare non eos tantum qui sacris ministrabant, sed universos qui erant in palatio iussit et in eos, si detrectassent, verberibus animadverti, datisque ad praepositos litteris, etiam milites cogi ad nefanda sacrificia praecepit, ut qui non paruissent, militia solverentur.
[52] W. Seston, À propos de la «Passio Marcelli centurionis». Remarques sur les origines de la persécution de Dioclétien, en Aux sources de la tradition chrétienne. Mélanges Goguel, Neuchâtel-Paris 1950, p. 241 y ss.
[53] Sólo en 425, con un edicto de Teodosio II, se prohibe el culto a las representaciones de los emperadores. Cf. A. Di Berardino, Cristianizzazione del tempo civico nel IV secolo, en Saggi di Storia della cristianizzazione antica e altomedievale, a cura di B. Luiselli, Roma 2006, p. 210.
[54] Para la datación de la estancia de Maximiano en África, consúltese el documentadísimo estudio de P. Maymó i Capdevila, Maximiano en campaña: matizaciones cronológicas a las expediciones hispanas y africanas del Augusto Hercúleo, en Polis. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 12 (1999), pp. 229-257.
[55] Cf. W. Seston, À propos de la «Passio Marcelli centurionis». Remarques sur les origines de la persécution de Dioclétien, en Aux sources de la tradition chrétienne. Mélanges Goguel, Neuchâtel-Paris 1950, p. 246.
[56] Cf. H. Delehaye, op. cit. p. 86.
[57] M. Tilley, Donatist Martyr Stories: The Church in Conflict in Roman North Africa, Liverpool 1996.
[58] Cf. H. Delehaye, op. cit. p. 85. Entre estas actas comunes se pueden citar las de Crispina y las de Cipriano, además de las de Saturnino y compañeros que tienen señales aún más fuertes. El estudio de E. Romero Pose, A propósito de las Actas y Pasiones donatistas, en Studi Storico-Religiosi 4 (1980), pp. 59-76, ahora también en E. Romero Pose, Scripta Collecta I. Estudios sobre el Donatismo, Ticonio y Beato de Liébana, ed. J.J. Ayán Calvo, Madrid 2008, pp. 85-106, sólo considera importante -la opción es, cuando menos, lícita- que esos textos hayan sido asumidos por los donatistas, independientemente de su origen.