EL DEBATE POLÍTICO EN EL CONTRA CELSO DE ORÍGENES

ÍNDICE

1.      Introducción

2.      La obra de Celso y la apología de Orígenes

3.      Contexto histórico, social y político de la época de Orígenes

4.      Contenido del debate político entre Celso y Orígenes

          A-    Acusaciones contra Cristo

          B-    Acusaciones contra los cristianos

                   5.       Acusaciones contra los cristianos

                   6.       Acusaciones de carácter religioso

                   7.       Acusaciones de carácter político

5.      Contenido del debate político entre Celso y Orígenes

6.      Conclusión

7.      Bibliografía y Notas

 

1.      Introducción

   Durante mucho tiempo se había instalado “el topos crítico que consideraba a Orígenes como escasamente sensible a la problemática política”,[1] o al menos como ausente en su natural predisposición teológica, según la opinión de Erik Peterson.[2] Sin embargo, hubo un giro en este enfoque cuando Gerard Caspary partiendo de la exégesis origeniana de algunos textos evangélicos y paulinos[3] afirma la existencia de una teología política en Orígenes,[4] dedicando mucha atención al Contra Celso. Caspary (especialista en el medioevo) identifica en la exégesis de estos textos realizada por Orígenes, una buena parte de la matriz de la reflexión política medieval acerca de la teoría de los dos poderes. En este sentido, Sheldon Wolin sostuvo que en el cristianismo del s. II y del s. III se dio la existencia paradojal de dos situaciones: por un lado una pretendida apoliticidad temporal de los cristianos y por otro la politización del lenguaje y del comportamiento religioso, despertando un proceso de fusión de la identidad puramente religiosa de la Iglesia en algo político y religioso al mismo tiempo, desvinculándose de una teología del compromiso.[5] Siguiendo esta línea Marco Rizzi sostiene que en el Contra Celso hay aspectos significativos de esta dinámica de trasposición señalada por Wolin, evidenciados en algunos elementos del léxico político tradicional presentes en el interior de la obra de Orígenes que de por si es de carácter específicamente teológico. Según Rizzi, quizás esto habría obstaculizado el descubrimiento del pensamiento político de Orígenes en el Contra Celso, debido a que la respuesta de Orígenes a la propuesta política de Celso es una respuesta teológica, en el que los conceptos políticos se asumen y se pliegan a un significado teológico, redefiniendo el espacio de lo político de una nueva manera.[6]

Es sabido que el Contra Celso de Orígenes se destaca como una de las obras más  importantes de la culminación de todo el movimiento apologético de los siglos II y III. En este contexto los apologistas en general -afirma Henry Chadwick-, “miraban a dos blancos estrechamente relacionados entre sí. Esperaban asegurar a las autoridades romanas que los cristianaos no eran una minoría perniciosa y enemiga de la patria, de tendencias sediciosas y ritos inmorales; y deseaban presentar al cristianismo a las clases educadas como algo intelectualmente respetable. En la obra de Orígenes es primario y dominante este último deseo”.[7] Por eso, si bien en esta obra se encuentra una refutación punto por punto a cada una de las afirmaciones de un adversario como Celso evidentemente muy bien instruido, por otro lado, la obra muestra claramente que al maestro alejandrino le interesa mostrar que el cristianismo no se trataba de una simple religiosidad intelectualmente incoherente, sino de una doctrina que contenía una profunda filosofía, desde la que se puede discutir de igual a igual con los gentiles cultos de Alejandría o de Cesarea.

Desde este contexto apologético, el presente trabajo intenta mostrar algunos puntos del debate político existente en el trasfondo de esta apología de Orígenes. Creemos que hay un verdadero debate político entre Orígenes y Celso, en cuanto que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses. Celso se propone descalificar la doctrina y costumbres del cristianismo, y Orígenes se propone una defensa del cristianismo, mostrándolo como una propuesta superadora del paganismo desde su novedad social y política. 

 

2.      La obra de Celso y la apología de Orígenes

  Se sabe que Celso fue un filósofo platónico ecléctico, probablemente de origen egipcio, que vivió en Roma durante el gobierno del emperador Marco Aurelio (161-180). Probablemente entre el año 176 y 180 escribió la obra ’Αληθὴς λόγος[8] (Discurso de la verdad o Doctrina verdadera), al parecer teniendo un pleno conocimiento de la situación doctrinal filosófica, social y política de su tiempo. Esta obra es la primera obra polémica contra los cristianos y ningún autor de los siglos II y III hace referencia a ella hasta que Ambrosio se la envía a Orígenes, su maestro y amigo rogándole que la refute. Esta obra de Celso se había perdido, sólo la conocemos por las numerosas citas contenidas en la refutación hecha por Orígenes.[9]

La crítica de Celso estaría motivada fundamentalmente por dos razones. Una razón sería que el cristianismo como novedad y heredero del judaísmo,[10] se oponía a lo que él denomina una “antigua tradición”, en la que “desde los orígenes, han convenido siempre las naciones más sabias, las ciudades y los hombres sabios [como los] egipcios, asirios, indios, persas, odrisas, samotracios y eleusinos”.[11] Orígenes advierte inmediatamente que para quitar todo tipo de valor histórico y cultural al cristianismo, Celso “no quiso llamar a los judíos nación sapientísima”,[12] excluyendo así más cómodamente a los cristianos como herederos del judaísmo. El alejandrino, refutará esta opinión fundamentando no sólo la antigüedad sino la erudición del judaísmo citando la autoridad de Flavio Josefo y de Taciano, quienes atestiguan la sabiduría y antigüedad del pueblo judío y de Moisés.[13] La otra razón -mencionada por Orígenes al final de su obra- habría sido política, tratando de reducir a los cristianos al culto y servicio de la causa común del Imperio Romano.[14] En este sentido, al parecer -según lo advierte Daniel Ruiz Bueno- el Discurso de la verdad de Celso “era un llamamiento a la colaboración política para sostener un Imperio Romano que se desmorona… y de algún modo un claro llamamiento al poder romano a emprender una persecución de exterminio de los cristianos […] en el campo de las ideas. [Pues], si la persecución había de hacer mártires, Celso quiere hacer apóstatas, soñando en destruir el cristianismo”.[15] Esta intención de Celso explicaría por qué se presenta como enemigo de Cristo y de sus discípulos.

Sin embargo nos parece oportuno señalar que, su desprecio a los discípulos de Cristo está motivado por su desprecio a Jesús a quien no considera Dios sino un puro hombre, y a quien incluso como hombre se refiere del modo más peyorativo.[16] Su mirada despectiva respecto de los cristianos podría sintetizarse en las siguientes afirmaciones de Celso diseminadas en toda su obra: un bando de gente sediciosa, que se separan del resto de la sociedad en que viven, negándose a tomar parte en las fiestas y en el culto tradicional bajo pretexto de no contaminarse con el trato de los démones. Un hatajo de tontos, de necios, de ignorantes, bobalicones e incultos, para quienes la sabiduría resulta abominable y la ignorancia un bien, que para ellos y para su dios el pecado parece ser una prerrogativa, y su culto, como el de Dioniso, contiene una serie de fantasmagorías para aterrar a los iniciados. Sus enseñanzas son más bien tergiversaciones de antiguas y venerables tradiciones y, sobre todo, malas inteligencias de doctrina platónicas. Sus predicadores en nada se diferencian de los charlatanes, que, en las plazas públicas, exhiben sus artes más abominables haciéndose de bobos que se les acercan.[17] En otras palabras, se podría decir que Celso acusa a los cristianos de adherirse a una fe que no pueden justificar racionalmente y por lo tanto de carecer de sentido crítico, además de no poseer como herederos del judaísmo la sabiduría propia de la denominada por él “antigua tradición”. 

No obstante, nos parece oportuno tener en cuenta que “si bien Celso frecuentemente ridiculiza las doctrinas cristianas, hay que reconocer que sus objeciones, aun siendo ofensivas, no son simples insultos, y que, por lo general, no se vale de los chismes populares tan comunes en esa época”.[18] Al parecer “entre las calumnias más repetidas son las de ateísmo, antropofagia, y practicar ritos inmorales; [las cuales] están bien documentadas por los apologistas griegos, Minucio Felix y Tertuliano”.[19]

Por otra parte sería oportuno considerar que en los siglos I y II habitualmente se mezclaban o confundían elementos de la doctrina cristiana en el marco de un intento por esclarecer los límites entre la ortodoxia y la herejía.[20] Un signo de esto es que el alejandrino se remite frecuentemente a la regla de la fe,[21] evidenciado cuándo algún punto doctrinal no estaba demasiado claro en la misma y decide abordarlo como verdadero teólogo.[22] 

En este contexto entonces Orígenes escribe su Contra Celso, que nos llegó íntegramente en su texto original griego. Como ya se dijo, el pedido fue de su amigo y mecenas Ambrosio, quien le sugiere esta tarea en el año 248/249 cuando Orígenes se encontraba en Cesarea o quizá en Tiro, siendo una de sus últimas obras.[23] Es considerada la apología más grande de la antigüedad cristiana anterior a la Ciudad de Dios de San Agustín. Fue leída por grandes autores como Eusebio, los santos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno, quienes insertaron en la Filocalia extensos textos de esta obra, como también fue leída por San Juan Crisóstomo y San Jerónimo, entre otros. Sin embargo el maestro alejandrino manifiesta que escribe esta obra para sostener la fe de los sencillos, “de los que adopten una posición más sencilla y común ante las palabras citadas por Celso,… aunque también vaya a parar a manos de quienes son capaces de examinar las cosas más a fondo”.[24]

 

3.      Contexto histórico, social y político de la época de Orígenes

  El periodo de vida de Orígenes (185/186-254/255) fue políticamente muy convulsionado. Los emperadores romanos se fueron sucediendo, siendo asesinados generalmente por aquel que sería el sucesor. Durante este tiempo, la mayoría de los emperadores tenían puesta su preocupación principalmente en la defensa de las fronteras del Imperio, debido a la presión de los bárbaros: los germanos en el Rhin y el Danubio, y los persas en el Éufrates, presión que se fue tornando cada vez más fuerte. Durante la época en que vivió Orígenes la relación entre el Imperio y la Iglesia fue cambiante: hubo tres persecuciones,[25] algunos periodos de paz y hasta de relativa benevolencia,[26] y muchos momentos de indiferencia.

En CC encontramos a Orígenes perfectamente consciente de lo que hoy denominaríamos “situación geopolítica”, es decir: conoce el contexto político, social, económico, geográfico y eclesial en el que vive, y también los avatares históricos heredados que definían su época. Estos datos pueden observarse en un texto del libro I en el que Orígenes describe lo siguiente: 

Quienquiera examine estos hechos reconocerá que Jesús acometió cosas que están por encima de la naturaleza humana (τὰ πράγματα […] ὅτι μείζω τῆς ἀνθρωπίνης φύσεως) y lo que acometió lo llevó a cabo. Y es así que, desde los orígenes, todo se conjuró para que su doctrina no se diseminara por toda la tierra habitada: lo emperadores que se fueron sucediendo, los prefectos y generales a las órdenes de ellos, todos, en una palabra, cuantos gozaban de alguna autoridad, amén de los gobernadores de las ciudades, soldados y plebe. Más todo lo venció; pues, como palabra de Dios (ὡς λόγος θεοῦ) no era tal que nada ni nadie pudiera impedir su carrera. Victoriosa, pues, de tan poderosos adversarios, ha dominado a toda Grecia y la mayor parte de las tierras bárbaras, y ha convertido a incontables almas a la religión que ella [Palabra de Dios o λόγος] enseña. Ahora bien, dentro de la muchedumbre de los que han sido gobernados por el Logos (ἐν πλήθει κρατουμὲνων ὑπὸ τοῦ λόγου), como quiera que entre ellos son más los vulgares y rústicos que los instruidos (οἱ ἰδιῶται καὶ ἀγροικότεροι τῶν ἐν λόγοις γεγυμνασμένων), era forzoso que los primeros predominaran numéricamente sobre los más inteligentes. Pero Celso no quiere reconocer este hecho y piensa que la humanidad o amor a los hombres del Logos, que alcanza a toda alma de la salida del sol, es cosa vulgar y, por vulgar y que no tiene en modo alguno su fuerza en los razonamientos, sólo ha conquistado a gentes vulgares (ἰδιωτῶν μόνων κρατήσασαν).[27]

       El texto claramente da a luz muchas noticias acerca de lo que sucedía en la época. En primer lugar se puede observar que Orígenes -siempre desde su defensa de Jesús y del cristianismo- afirma que Jesús es el Logos Unigénito del Padre.[28] Es presentado también como Palabra de Dios (ὡς λόγος θεοῦ), cuyo poder está por encima de la naturaleza humana (μείζω τῆς ἀνθρωπίνης φύσεως), dejando en claro no solo en este texto sino en todo el CC la divinidad de Jesucristo,[29] divinidad que era negada por Celso.[30]

En segundo lugar, al relatar cómo las enseñanzas de Jesús a través de sus discípulos se habían extendido por muchas regiones en medio de un contexto adverso, el alejandrino describe la expansión territorial del cristianismo. Es aquí cuando menciona los lugares geográficos de esa expansión, afirmando que “ha dominado Grecia y la mayor parte de las tierras bárbaras”, incluso “a toda alma de la salida del sol”. Esta última expresión indicaría la llegada del cristianismo a Oriente, así lo sugiere Daniel Ruiz Bueno al comparar un texto de Tertuliano que, al referirse a la expansión del cristianismo primitivo, sí menciona diversos pueblos de Oriente, específicamente de la Mesopotamia y el Asia Menor.[31]

En tercer lugar, el texto menciona de algún modo cómo se estructuraba jerárquicamente el gobierno y la sociedad romana: “emperadores, prefectos, generales, gobernadores, soldados y plebe”, también menciona en otro lugar al senado romano y al ejército.[32]

En cuarto lugar, Orígenes muestra que la situación política, social y eclesial del momento estaba marcada por las persecuciones contra los cristianos. Al mencionar las adversidades padecidas por el anuncio de las enseñanzas de Jesús, dice que “todo se conjuró para que su doctrina no se diseminara por toda la tierra habitada”. En efecto, las persecuciones desatadas por el Imperio Romano contra los cristianos, intentaban apagar esta nueva religión que amenazaba la religión y las costumbres romanas. El alejandrino describe esta situación diciendo que “los cristianos, han sido combatidos por el senado romano, por los emperadores que se han ido sucediendo, por el ejército y el pueblo y hasta por los parientes de los fieles”,[33] recordando que Jesús ya había predicho “lo que había de acontecer a los cristianos aún de generaciones por venir […]: «Seréis conducidos por mi causa ante gobernadores y reyes en testimonio para ellos y las naciones» (Mt 10,18)”.[34] A su vez, al referirse a las persecuciones Orígenes considera a los démones como motivadores de las mismas, lo que explica claramente en un llamativo texto diciendo: 

En mi opinión como los démones se han dado cuenta de que los vencedores, al morir por la religión, destruyen su poderío, y los vencidos por los tormentos que reniegan de la religión se someten bajo su poder, tienen por punto de honor derrotar a los cristianos llevados ante los tribunales, pues se sienten atormentados por los que confiesan su fe y recreados por los que la niegan. Y rastro de ello cabe ver en los mismos jueces, atormentados por los que aguantan las torturas y suplicios, y jubilosos cuando un cristiano es derrotado.[35]

       De modo que, la interpretación que Orígenes hace de estos hechos, es teológica y espiritual, la resistencia al anuncio de las enseñanzas de Jesús y las persecuciones a los cristianos, tiene como causa invisible a los demonios, éstos son los que están detrás de la visible manifestación política y social de esta situación. Pero, en el mismo sentido teológico y espiritual Orígenes explica la vida entregada por los mártires, pues:

Los démones […] son derrotados y dominados por los testigos de la verdad (οἱ δαίμονες ἑαυτοὺς ἡττωμήνους καὶ κρατουμένους ὑπό τῶν μαρτύρων τῆς ἀληθείας), [debido a  que] las almas de los que mueren por causa del cristianismo y salen gloriosamente del cuerpo por amor de la religión son las que destruyen el poder de los demonios (καθῄρουν τὴν δύναμιν τῶν δαιμόνων), debilitando su conjuro (trama o influencia) sobre los hombres.[36] 

       Por último, el texto describe cómo se conformaban las comunidades cristianas: entre ellos había “muchedumbres de vulgares y rústicos (οἱ ἰδιῶται καὶ ἀγροικότεροι), que “numéricamente” eran superiores a los más instruidos. En otro texto, Orígenes informa que los cristianos no “eran pocos” (ἧσαν ὀλίγοι), sino que había muchos o muchedumbres, propiamente “la muchedumbre de los que abrazan nuestra doctrina (τὸ πλῆθος τῶν προσερχομένων τῷ λόγῳ)”.[37] Si bien en la obra de Celso se observar que “en la época había una verdadera hostilidad de las clases cultas, que, unido al de burdas calumnias de las clases populares, formaba en el siglo II, una atmósfera de tormenta que podía explotar -y de hecho explotó más de una vez- en persecución cruenta”,[38] Orígenes indica que las comunidades cristianas del s. II y III estaban conformadas por distintas clases sociales diciendo que en ellas “hay ricos y altas dignidades, y mujeres delicadas y nobles que admiran o acogen la palabra del Logos (καὶ πλούσιοι καί τινες τῶν ἐν ἀξιώμασι καὶ γύναια τὰ ἁβρὰ καὶ εὐγενῆ ἀποδέχονται τοὺς ἀπὸ τοῦ λόγου)”.[39] Por otra parte, cuando Celso descalificaba a los cristianos lo hacía principalmente con el apelativo de “incultos” o bien de “incultísimos, esclavos e ignorantes”[40] porque no estaban instruidos en las ciencias de los griegos, y algunas veces también los calificaba de “hechiceros”.[41] A lo que el alejandrino responde diciendo que en realidad “tenemos por gente más inculta a los que no se avergüenzan de hablar a seres inanimados (cf. Sb 13, 17-18) […] Y si hay quienes sostienen que eso no son los dioses, sino imitaciones y símbolos de los verdaderos dioses, no por eso dejan de ser incultos, esclavos e ignorantes los que se imaginan que de manos de artesanos puedan salir imitaciones de la divinidad…”;[42] refiriéndose aquí probablemente a la veneración de estatuillas de dioses griegos y romanos. A su vez, y si bien como ya se dijo, los “rústicos” eran numéricamente superiores a los cristianos instruidos, el alejandrino señala que “desde los orígenes y desde el principio hubo entre nosotros sabios formados también en las ciencias de afuera; un Moisés, que lo estaba en la sabiduría de los egipcios (cf. Hch 7,22); Daniel, Ananías, Azarías y Misael en todas las letras de los asirios (cf. Dn 1, 17ss) […] y actualmente, si se compara con la turbamulta, las iglesias tienen pocos sabios que se hayan convertido procedentes de la que nosotros llamamos sabiduría carnal; pero los tienen incluso los que se han pasado de esa sabiduría a la divina”;[43] señalando de este modo no sólo que los hombres de ciencia (sabiduría humana) son pocos entre los cristianos, sino también que hay algunos entre ellos que son sabios de otro modo, en cuanto que adquirieron la sabiduría divina, haciendo referencia a los que se alimentan del pensamiento de Cristo.[44]

 

4.      Contenido del debate político entre Celso y Orígenes

   El contenido de lo que se podría llamar en términos actuales “debate político” entre Celso y Orígenes estaría dado por una parte, por las acusaciones al cristianismo hechas por Celso y por otra, por la respuesta apologética de Orígenes a dichas acusaciones, a las que califica una y otra vez como “calumnias (διαβαλεῖν)”,[45] acompañadas frecuentemente de “burlas”.[46]

Estas acusaciones se podrían agrupar en acusaciones contra Cristo y acusaciones contra los cristianos, ambas diseminadas en toda la obra de Celso y recogidas como ya se dijo en la apología de Orígenes:  

A- Acusaciones contra Cristo: Las acusaciones de Celso contra Cristo ponen en evidencia que el Discurso Verdadero contiene principalmente “un serio cuestionamiento cristológico”,[47] que podría resumirse en la negación de su divinidad,[48]  afirmando -como ya se dijo- que Jesús es sólo un hombre.[49] A esta principal acusación se suman las denigraciones a su identidad, como por ejemplo que Jesús es un hechicero o un mago[50] que aprendió la magia en Egipto,[51] siendo quizás el calificativo más despreciativo el de ser “un hombre de sepulcro y ya ni siquiera hombre”.[52] A lo que Orígenes refuta no sólo desde la Escritura mostrando que su Persona ya estaba profetizada desde el Antiguo Testamento, sino fundamentando la divinidad en “su poder” manifestado en la predicación y en sus milagros, en los milagros de los apóstoles,[53] y también en los milagros realizados por sus discípulos hasta esos días.[54]

B- Acusaciones contra los cristianos, las que a su vez pueden agruparse en:

B. 1- Acusaciones de carácter socio-cultural: Celso los acusa y los desprecia -como ya se vio- por ser mayoritariamente ignorantes comparándolos una y otra vez con los sabios griegos,[55] afirmando además que la “doctrina cristiana no tiene nada nuevo en relación a la cultura griega”.[56] A su vez, negando de algún modo la identidad de los cristianos diciendo que “vienen de los judíos”, a quienes llama “bárbaros”. El alejandrino responde a esto diciendo que “Celso creyó que atacando a los judíos, atacaba los orígenes del cristianismo”,[57] explicando que Jesús eligió a hombres sencillos y no doctos ni elocuentes “para que la fe en Él no se apoye en la «sabiduría de los hombres» (1 Co 2,5) sino en su poder de Dios”,[58] a diferencia de los filósofos griegos que buscaban la elocuencia y la persuasión.[59]

B.2- Acusaciones de carácter religioso: Celso calumnia a los cristianos diciendo que son “idólatras”, adoradores de Atenas hija de Zeus,[60] “están movidos por démones” y “utilizan fórmulas mágicas o de encantamiento”.[61] Orígenes responde afirmando siempre que la fuerza de los cristianos tanto en la predicación[62] como en su obrar, viene del poder de Cristo presente en ellos, de la “invocación de su Nombre” y de la “recitación de sus historias” (catequesis).[63]

B.3- Acusaciones de carácter político: Estas acusaciones son fundamentadas por Celso en lo establecido por las leyes y costumbres existentes en el Imperio Romano, y, la respuesta apologética de Orígenes, fundamentada en las leyes establecidas por Jesucristo y las costumbres ya existentes entre los cristianos. En este contexto, la acusación legal a los cristianos denunciada por Celso es de “sedición” (στάσις). De hecho desde el primer capítulo del Discurso Verdadero de Celso, late en el texto el carácter sedicioso del cristianismo.[64] Propiamente acusa a los cristianos de haberse constituido como una “asociación secreta ilegal” y por lo tanto los acusa de “sedición”. A su vez, Celso dirá que la sedición de los cristianos dentro del Imperio Romano tiene su origen en la sedición de éstos dentro del judaísmo, de modo semejante a como sucedió con la sedición de los judíos en Egipto.[65] Celso fundamenta la acusación de sedición diciendo que según la ley romana “algunas asociaciones son públicas y se forman conforme a la ley; [y hay] otras, secretas, que van contra lo legislado”, agregando a su vez que existe un vínculo tal entre ellos del cual “provendría el común peligro y es más fuerte que todo juramento”.[66] En efecto, históricamente existía una prohibición de conformación de asociaciones o grupos desde el emperador Trajano (98-117) tal como dicho emperador lo expone en la Carta X, 34,[67] con la que responde a una consulta hecha por Plinio Segundo el Joven mientras era gobernador de Bitinia[68] (probablemente entre el 100 y el 112), al exponerle éste al emperador las perplejidades debidas a la propagación de los cristianos.

Ante esto, Orígenes responde que “no hay nada oculto en nuestra doctrina […] casi el mundo entero conoce la predicación de los cristianos mejor que las sentencias de los filósofos”.[69] Por otra parte, el alejandrino sostiene que no se puede “demostrar que haya un hecho de rebeldía de los cristianos”,[70] y explica que el vínculo que hay entre ellos, del cual Celso siente tanto temor porque es “más fuerte que todo juramento” y un potencial “peligro común” para el Imperio Romano, en realidad es “el amor de unos con otros (τήν ἀγάπην χριστιανῶν πρὸς ἀλλήλους)”.[71]

Por otra parte, entre las acusaciones de tipo legal y de alcance político estaba la de la abstención del servicio a las armas por parte de los cristianos. En este sentido, Orígenes dice que Celso “exhorta a prestar ayuda al emperador con todas las fuerzas, a colaborar con él en lo que sea justo, a combatir por él, a tomar parte en sus campañas, [y] si llega el caso hasta el mando de las tropas”.[72] A lo que Orígenes responde que la principal y eficaz ayuda del cristiano al poder político es la oración acompañada de ejercicios ascéticos y meditaciones, realizada en favor de los que gobiernan, afirmando en este sentido:

Nosotros prestamos oportunamente a los emperadores una ayuda, por decirlo así, divina (θείαν …ἄρηξιν), al tomar la armadura completa de Dios (cf. Ef 6,11). Y así lo hacemos por obediencia al precepto apostólico que dice «hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila» (1 Tm 2,1-2) [Así, los cristianos] manteniendo puras sus diestras, luchando con sus oraciones a Dios en favor de los que hacen guerra justa y en favor del emperador que impera con justicia, a fin de que sea destruido todo lo que es contrario y adverso a los que obran con justicia. Por otra parte, nosotros destruimos a todos los démones que son los que suscitan las guerras y violan los tratados y perturban la paz, ayudamos al emperador más que quienes aparentemente hacen la guerra (῾Ημεῖς δέ καὶ εὐχαῖς πάντας δαίμονας, τοὺς ἐγείροντας τὰ πολεμικὰ καὶ ὅρκους συγχέοντας καὶ τὴν εἰρήνην ταράσσοντας, καθαιροῦντες μᾶλλον βοηθοῦμεν τοῖς βασιλεύουσιν ἤπερ οἱ δοκοῦντες στρατεύεσθαι). [Además] a nuestras oraciones, hechas con justicia, añadimos ejercicios y meditaciones que nos enseñan a despreciar los placeres y no dejarnos arrastrar por ellos. Y hasta puede decirse que nosotros combatimos más que nadie por el emperador […] juntando nuestro propio ejército por medio de nuestras súplicas a Dios”.[73]

       Otra de las acusaciones de carácter legal y político era la de la abstención de ocupar cargos públicos, a lo que Orígenes responde:

En cada ciudad hay otro sistema de patria, fundado por el Logos de Dios […] si los cristianos rehúsan a los cargos públicos, no es porque traten de eludir los servicios generales que pide la vida, sino porque quieren guardarse a sí mismos, por la salud eterna de los hombres, para el servicio más divino y necesario de la Iglesia de Dios….[74]

       Finalmente, Orígenes enaltece el aporte realizado por los cristianos a la vida social y política. Ellos son de algún modo, por medio de sus leyes y costumbres procedentes del Evangelio, constructores de una ciudad de carácter divino y celeste (ἐπουράνιον) en medio de la ciudad terrena. En este sentido:

Los cristianos hacen a su patria más bien que el resto de los hombres (Χριστιανοὶ δὲ μᾶλλον εὐεργετοῦσι τὰς πατρίδας ἢ οἱ λοιποὶ τῶν ἀνθρώπων), pues educan a los ciudadanos (παιδεύοντες τοὺς πολίτας) y les enseñan a ser piadosos para con el Dios del universo (καὶ εὐσεβεῖν διδάσκοντες εἰς τὸν πολιέα θεόν), y levantan a cierta ciudad divina y celeste a quienes hubieren vivido bien en las más pequeñas ciudades (ἀναλαμβάνοντες εἰς θείαν τινὰ καὶ ἐπουράνιον πόλιν τοὺς ἐν ταῖς ἐλαχίσταις πόλεσι καλῶς βιώσαντας).[75]

 

5.      Propuesta política de Orígenes

   La propuesta política de Orígenes, se podría decir, tiene como punto de partida lo afirmado por el alejandrino en el texto citado antes: “En cada ciudad hay otro sistema de patria, fundado por el Logos (ἐν ἑκάστῃ πόλει ἄλλο σύστημα πατρίδος κτισθὲν λόγῳ θεοῦ)”.[76] De ahí que se refiera a Jesús “nuestro Salvador como fundador [y] jefe o guía (ἡγεμόνος) en el que está nuestro origen (γενέσει ἡμῶν) y por el cual hemos llegado a ser (γενομένου) cristianos”.[77] En virtud de esto entonces, “los cristianos [desde] el principio formaron una sociedad (τῆς ἀρχῆθεν Χριστιανῶν συστάσεως)”,[78] propiamente una σύστᾰσις, es decir, una  organización o asociación (o también un grupo o reunión) con una estructura o naturaleza propia. Y, como tal viven al mismo tiempo en una ciudad terrena formando parte de ella.

Sin embargo, para ellos la ciudad terrena es signo de otra ciudad o patria que no es visible, y que ha sido fundada por el Logos, es decir por Jesucristo. Esta ciudad que no se ve está en la ciudad terrena por medio de la presencia de los cristianos, es la comunidad eclesial o Iglesia, entendida por Orígenes no sólo como estructura jerárquica, o peor aun institucionalmente como suele ser comprendida en nuestro tiempo. La Iglesia para Orígenes es la comunidad de los cristianos, por eso habla frecuentemente de “las iglesias de Dios”, [79]  que “son como lumbreras en este mundo (cf. Flp 2,15) […] de constitución muy distinta a las comunidades políticas, compuestas de hombres supersticiosos, disolutos e inicuos”.[80]  De manera que los cristianos están diseminados por todo el mundo por medio de las distintas “iglesias”; así por ejemplo, el alejandrino menciona a “la iglesia de Dios de Atenas”, “la iglesia de Dios de Corinto” o a “la iglesia de Dios de Alejandría”.[81] 

De modo que los cristianos habiendo conformando una σύστᾰσις, es decir una organización o sociedad con un perfil propio, tienen preferencia por las leyes de Dios sobre otras leyes. En este punto Orígenes distingue la existencia de dos leyes: la ley natural y la ley escrita (hoy ley civil), diciendo que “una, es la ley de la naturaleza, cuyo autor sería Dios, y otra, la ley escrita que rige en los estados”,[82] advirtiendo que los ciudadanos (πολίτας)[83] sólo pueden adherir a ésta si es conforme a la ley de Dios, debido a que ellos deben “acatar a Dios [como] legislador, y resolverse a vivir según el Logos”.[84]

A su vez, esta “sociedad cristiana” tiene como Jefe o Rey a Jesucristo, “el primero de todos, superior en todo honor y excelencia […] aunque no a la manera que se imaginaba Herodes…”,[85] “distinto de los tiranos”[86] y distinto al totalitarismo imperial pretendido por Celso.[87] El Logos ejerce su reinado por medio de su “poder divino”[88] como “Palabra de Dios”,[89] sembrando “su doctrina y enseñanza”,[90] pero no como los demás maestros (en alusión a los filósofos), siendo “la fuerza de su Palabra [y] la persuasión de su poder divino (δυνάμεως θείας πειθοῖ) [lo que] se apodera de los creyentes (τῶν πιστευόντων)”.[91]

Ahora bien, Orígenes deja en claro que “es Dios el que gobierna todas las cosas (ὁ διοικῶν τὰ σύμπαντα θεὸς) y sabe (οἶδεν) muy bien lo que hace en la instauración de los reyes”,[92] de modo que la autoridad viene de Dios y es depositada en un gobernante por designio de Dios.

Por último, al finalizar su obra pareciera que Orígenes conjetura la posibilidad de un imperio cristiano, cuando poniendo esta idea en boca de Celso[93] llega a esbozar la siguiente hipótesis: “si todos los romanos abrazaran el cristianismo…”.[94] De hecho, plantea la posibilidad de una “ciudad de Dios” proponiéndola como algo utópico, y lo hace aludiendo a quienes podrían ser dignos de gobernar dicha ciudad diciendo: “si tal ciudad existiera en el universo… (εἴ τις ἐστὶν ἐν τῷ παντὶ πόλις τοῦ θεοῦ, ἐν ἐκείνῃ πολιτεύεσθαι·)”.[95] En este contexto, aconseja incluso que el criterio de elección del candidato al gobierno de una ciudad terrenal podría ser el utilizado en la praxis eclesial de su época para la elección del que gobierna una “iglesia” (obispo):

“Exhortamos a gobernar las iglesias a los poderosos por sus palabras y vida sana (τοὺς δυνατοὺς λόγῳ καὶ βίῳ ὑγιεῖ χρωμένους ἄρχειν ἐπὶ τὸ ἄρχειν ἐκκλησιῶν παρακαλοῦμεν). No aceptamos a los ambiciosos (οὐκ ἀποδεχόμενοι μὲν τοὺς φιλάρχους), y forzamos a los que por exceso de modestia (βιαζόμενοι δὲ τοὺς διὰ πολλὴν μετριότητα) no quieren cargar con la general solicitud de la Iglesia de Dios”.[96]

 

6.      Conclusión

  

El ’Αληθὴς λόγος (Discurso de la verdad o Discurso Verdadero) de Celso significó indudablemente un desafío para los cristianos más cultos de los siglos II y III. La obra de Celso como la respuesta de Orígenes está situada en el contexto histórico-eclesial propio del cristianismo primitivo, en que normalmente se confundía o mezclaba aspectos doctrinales que aún no estaban suficientemente definidos ni diferenciados, aunque sí existía una doctrina común como lo evidencia la constante referencia de Orígenes a la regla de la fe.

En su Contra Celso, el maestro alejandrino responde de modo apologético y minuciosamente a Celso, sentando una sólida doctrina sobre la divinidad de Cristo y la identidad de sus discípulos, los cuales viven en medio de la ciudad terrena según una novedad de vida de acuerdo al pensamiento de Cristo.

En su obra Orígenes señala que la Providencia divina ha intervenido en la historia de modo relevante y decisivo con la encarnación del Logos de Dios, el Unigénito del Padre en la persona de Jesús de Nazareth. En este sentido, Orígenes muestra que la presencia de Jesús y su doctrina ha producido un cambio transformador evidente e irresistible, que trajo indudablemente consecuencias sociales y políticas en la época.

El clima polémico plasmado en ambas obras, evidencia un claro debate político entre Celso y Orígenes, que deja traslucir la situación social y política de la época. La presencia de los cristianos dentro del Imperio Romano, es indicadora de una nueva sociedad o sociedad cristiana fundada por Jesucristo, principal y único legislador o rey, por cuyo designio es elegido el gobernante. Los cristianos como nueva sociedad están en medio de la sociedad terrena, proponiendo no solo nuevas costumbres sino también la ley natural o divina como fundamento de la ley escrita o ley de los estados (ley civil), y además nuevos criterios para concebir el Estado y el modo de gobernar. Finalmente, puede verse en esta doctrina política de Orígenes un anticipo de las teocracias posteriores como también la doctrina planteada por San Agustín en la Ciudad de Dios.

 

7.      Bibliografía y Notas

 

Fuentes

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De consulta

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Artículos

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Notas             

[1] M. RIZZI, Problematiche politiche nel dibattito tra Celso e Origene, en Discorsi di Veritá’ Paganesimo, Giudaismo, e Cristianesimo a confronto nel Contro Celso do Origene, a cura di Lorenzo Perrone, Roma 1998, p. 171.

[2] Cf. E. PETERSON, Il monoteismo come problema politico, Brescia 1983, p. 56.

[3] Lc 22, 38: “Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Él les dijo: «Basta»”; Mt 22, 21: “Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios»”; Ro 13,1: “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas”.

[4] Cf. G. CASPARY, Politics and exégesis: Origen and the two swords, Berkeley 1979.

[5] Cf. S. WOLIN, Politics and visión, New York 1960.

[6] Cf. M. RIZZI, “Problematiche politiche…”, pp. 172-173.

[7] H. CHADWICK, Origen, Contra Celsum, Cambridge 1953, p. 1. En D.RUIZ BUENO, Contra Celso, Madrid 2001, p. 7.

[8] El Discurso de la verdad contenía en primer lugar ataques contra Cristo realizados por un ficticio personaje judío creado por Celso (c. I-III); luego un ataque al judaísmo como fuente del cristianismo (IV-V), una acusación a los cristianos de haber copiado a los sabios de Grecia (VI-VII) y finalmente una crítica a los cristianos por la actitud política adoptada por ellos de excluirse de la ciudad (VII, 62-VIII).

[9] Es oportuno destacar que existe una reconstrucción de esta obra de Celso realizada por R. Bader (Berlín 1945) y que últimamente algunos historiadores modernos se han esforzado en liberar el pensamiento de Celso de la imagen que nos da de él Orígenes, por ej. C. ANDERSEN en su obra Logos und Nomos. Berlín. 1955. Los intentos de reconstrucción textual pueden verse en R.J. Hoffmann, Celsus On the True doctrine. A Discurse Against the Christians, Oxford University Press 1987,  cf. Diccionario Patrístico y de la Antigüedad cristiana, dirigido por Angelo Di Berardino. Tomo I. Salamanca 1998, p. 397

[10] Orígenes refiriéndose a la crítica que Celso hace del cristianismo como heredero del judaísmo afirma: “Celso pensaba, efectivamente, que el camino más corto para demostrar la falsedad del cristianismo era atacar sus orígenes, que, por enlazarse con la doctrina judaica, quedaban, por el mismo caso, convictos de falsedad”, CC  I, 22, p. 57.

[11] CC I, 14, p. 51.

[12] Ibid., p. 51.

[13] CC I, 16, p. 52: “Pues, todo el que quiera puede leer lo que escribe Flavio Josefo en sus dos libros Sobre la antigüedad de los judíos, donde se alega gran copia de escritores que atestiguan esa antigüedad. Y de Taciano, que vivió posteriormente, corre el Discurso contra los griegos, en que, con gran alarde de erudición, se cita a los historiadores que han hablado de la antigüedad de los judíos y de Moisés. Parece, pues, que, al hablar así, no se mueve Celso por amor a la verdad, sino por odio, apuntando a desacreditar los orígenes del cristianismo, que se enlazan con los judíos”. Se pueden ver estos datos también en EUSEBIO DE CESAREA, HE, IV, XXIX.7.

[14] Esto se puede observar en algunos textos citados por Orígenes en los que Celso hace un llamamiento explícito a los cristianos a someterse al Imperio, presentándose así como un conciliador en pos de la paz, cf. VIII, 75.55.63.68.

[15] D. RUIZ BUENO, Introducción al Contra Celso de Orígenes, Madrid 2001, p. 14.

[16] Celso afirmaba: “Fue, pues, un puro hombre, y tal cual lo pone de manifiesto la verdad y demuestra la razón”, II, 78, p. 175. Exponemos aquí otras consideraciones de Celso que explican su opinión acerca de Jesucristo y su doctrina: Jesús nació de María y de un soldado (I, 32; I, 39; III, 59; VIII, 11); María no es literalmente una “virgen”, sino una “muchacha joven”, interpretando aquí con mala intención el texto de Is 7, 10ss. (I, 34); la encarnación de Cristo está en contradicción con la trascendencia divina (I, 57) y el orden que rige el universo, diciendo que el nacimiento de Cristo no tuvo nada de extraordinario en el cosmos (I, 58), ni tampoco fue profetizado por los profetas del Antiguo Testamento, sino por uno solo, aunque sin decir quién (I, 49; II, 4. 79). Celso, muestra también como aparente la pasión (padecimiento) de Cristo y absurda su muerte en la cruz (II, 16), y toma con gran ligereza su resurrección (II, 16), comparándolas con los mitos de las resurrecciones antiguas de la literatura griega (II, 59). Y finalmente, en un tono de blasfemia, al referirse a Jesús dirá que fue un fanfarrón y propiamente un hechicero o un mago (II, 59; I, 38), un puro hombre sin nada que lo haga descollar entre tantos hombres de virtud superior entre quienes los cristianos pudiesen haber escogido a alguno para adorar. Es un hombre de sepulcro y ya ni siquiera hombre (I, 61; II, 58-59). En definitiva, Celso niega la divinidad de Cristo.  

[17] Cf. D. RUIZ BUENO, Orígenes. Contra Celso, Introducción, p. 11.

[18] S. FERNÁNDEZ, El Discurso verídico de Celso contra los cristianos. Críticas de un pagano del siglo II a la credibilidad del Cristianismo, Teología y Vida, Vol. XLV, Santiago de Chile 2004, p. 239.

[19] Ibid., nota n° 4, p. 239.

[20] Cf. M. SIMONETTI, Ortodossia ed Eresia tra I e II Secolo, Soveria Mannelli 1994.

[21] Habitualmente Orígenes elabora su reflexión teológica teniendo como adversarios doctrinales a los “heterodoxos”, que normalmente eran los marcionitas y los gnósticos. Ante esta situación, se remite constantemente a la “predicación eclesiástica”, “predicación apostólica” o “regla de la fe”. El contenido de la “regla de la fe” es mencionado principalmente por Orígenes en Prin pref. 4-10, pp. 121-137. También utiliza otras expresiones semejantes en CIo II, 8.96 y CC I, 7. 

[22] En efecto, en el prefacio de Prin Orígenes expone claramente cuáles son las verdades contenidas en la predicación eclesiástica, pero advirtiendo que hay temas que si bien no son necesarios para la salvación no están muy explícitos, y que por lo tanto están abiertos a la investigación, para que algunos “pudieran realizar un ejercicio (exercitium habere possent) en el cual mostrar el fruto de su ingenio”, Prin pref. 3, (16-17), p.119. En los siguientes textos puede observarse su teología en búsqueda: Prin pref. 5.6.7.9.10; I, 5, 1-2; 6,1; III, 3,3: 6,9.

[23] Escrito en el mismo periodo del CMt y el CLc (perdido); cf. G. DORIVAL, “Celso (Contra)”, en Diccionario de Orígenes, Burgos 2003, pp. 155-156.

[24] CC V, 28, p. 354.

[25] La persecución de Septimio Severo entre el 202 y el 211, la de Maximino Tracio entre el 235 y el 238, y la de Decio entre el 249 y el 251.

[26] Durante el reinado de Cómodo entre el 180-192, hijo de Marco Aurelio, que a diferencia de su padre dejó a los cristianos en paz a causa de su concubina Murcia, que respetaba el cristianismo. Lo mismo hicieron su hijo Antonino Caracalla (211-217), Macrino (217-218) y Heliogábalo (218-222). Luego durante el reinado de Alejandro Severo (222-235), que no solo los deja en paz sino que les da su favor, por influencia de su madre Julia Mammaea. También hubo otro periodo de paz con Felipe el Árabe (244-249) quién demostró un gran favor para con el cristianismo, siendo al parecer el primer emperador cristiano, pero fue asesinado por Decio en 244 a quien se le otorgó el título de restitutor sacrorum (restaurador de la religión romana), cf. EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica, VI, XXXIV.

[27] CC I, 27, pp. 63-64.

[28] Cf. CC III, 41, pp. 207-208; Prin I, 2.9 (21-26. 1-3), pp. 191-193.

[29] Cf. CC Pról. I, 3, p. 20. Orígenes prueba la divinidad de Jesús en los siguientes hechos: Fue anunciado por los profetas: I, 49, p. 83; 53, p. 87; en su concepción y nacimiento: I, 32, p. 68; 35, p. 71; 60, p. 94; 61, p. 95; en su pasión y muerte: II, 34, p. 139; 35, p. 139; en su resurrección: II, 42, p. 143; 65, p. 162; 66, p. 164; en los milagros realizados en su Nombre por sus discípulos: I, 46, p. 80; 47, p. 81; II 48, 149.

[30] Cf. CC II, 78, p. 175.

[31] Cf. D. RUIZ BUENO, Orígenes. Contra Celso, nota 36, p. 63. Dice el texto de Tertuliano: “Porque ¿En quién otro han creído todas las naciones sino en Cristo, que ya ha venido? Los partos y medos y elamitas, y los que habitan la Mesopotamia y Armenia, Capadocia, y los que viven en el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia; los que ocupan Egipto y habitan las regiones de los judíos de Jerusalén y las demás naciones: las variedades de los gétulos y muchos confines de los moros, y de España, y las diversas naciones de las Galias, y los lugares de los britanos, inaccesibles a los romanos, pero sometidos a Cristo; los sármatas y dacios, y germanos y escitas, muchas gentes ocultas y provincias e islas para nosotros ignoradas, que no podemos enumerar”, TERTULIANO, Adv. Iudaeos VII, 4.

[32] Cf. CC I, 3, p. 42.

[33] CC I, 3, p. 42.

[34] CC II, 13, p. 121.

[35] CC VIII, 44, p. 556.

[36] Ibid, p. 556: “καθῄρουν…”, de καθαιρέω: bajar, hacer bajar, amainar; abatir, derribar, destronar; aniquilar, matar; anular; condenar.

[37] CC III, 9 (13-14), SC Tome II, p. 30; cf. I, 27.

[38] D. RUIZ BUENO, Orígenes. Contra Celso, Madrid 2001, p. 8.

[39] CC III, 9 (13-16), SC Tome II, p. 30.

[40] CC VI, 14, p. 400.

[41] Ibid., p. 400.

[42] Ibid., p. 400; cf. III, 40; VII, 62.

[43] Ibid., pp. 400-401.

[44] Cf. CCt prol. 2, 12 (66), SC Tome I, p. 100; CIo, XX, 6.

[45] CC I, 1, (2), SC Tome I, p. 78.

[46] Como las ofensas a María y a la concepción virginal de Jesús; cf. I, 32; I, 39; III, 59; VIII, 11; I, 34.

[47] S. FERNÁNDEZ, “El Discurso verídico de Celso contra los cristianos…”, p. 255.

[48] Cf. L. PONS, La Divinidad de Jesús en el Contra Celso de Orígenes, Actas del Primer Congreso Internacional de Estudios Patrísticos, San Juan 2014, p. 611 y N. P. ROUBEKA, Celsus on the divinity of Jesus: A Euhemeristic. Interpretation of Contra Celsum III, 22-43, Ibid., p. 623.

[49] Cf. CC II, 78, p. 175.

[50] Cf. CC II, 59; I, 38.

[51] Cf. I, 46, p. 79.

[52] CC I, 61; cf. II, 58-59.

[53] Cf. CC I, 46, p. 79; VIII, 47, p. 559.

[54] Cf. CC I, 26, p. 62; 46, p. 79; I, 47, p. 81; II, 48, p. 149; 68, p. 166.

[55] Cf. CC I, 14, p. 50; 16, p. 52.

[56] CC I, 3, p. 42; II, 5.

[57] CC I, 22, p. 27.

[58] CC I, 62, pp. 96-97; cf. I, 13, pp. 49-50.

[59] Cf. CC I, 62, p. 96.

[60] Cf. CC VIII, 66-67, pp. 576-577.

[61] Cf. CC I, 6; VI, 40; VIII, 37.

[62] Cf. CC I, 62, pp. 96-97.

[63] Cf. CC VIII, pp. 43-44.

[64] Cf. D. RUIZ BUENO, Orígenes. Contra Celso, nota n° 4, p. 40.

[65] Cf. CC III, 7-8, pp. 181-182.                                                                                      

[66] CC I, 1 (2-8), SC Tome I, p. 78.

[67] Cf. D. RUIZ BUENO, Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (s. II), B.A.C Madrid 2009, pp. 847-848.

[68] La provincia de Bitinia se encontraba al noroeste del Asia Menor y al suroeste del Mar Negro, actualmente la zona del Mar de Mármara, territorio de Turquía.

[69] CC I, 7, p. 44. Aunque Orígenes sí admite que “haya puntos más allá de lo exotérico, que no llegan a los oídos del vulgo, [lo que]  no es cosa exclusiva del cristianismo, sino corriente también entre filósofos, que tenían sus doctrinas exotéricas, pero otras esotéricas…”, Ibid., p. 44. El alejandrino hace alusión probablemente aquí a la dinámica pedagógica de las catequesis que eran práctica común en las primeras comunidades cristianas, en las que ciertas catequesis eran para los iniciados en la fe y otras para los ya probados o maduros en la fe, (cf. Las Catequesis, de San Cirilo de Jerusalén)

[70] CC III, 7, p. 181.

[71] CC I, 1 (6-7), SC Tome I, p. 78.

[72] CC VIII, 73, p. 583.

[73] Ibid., pp. 583-584.

[74] Ibid., pp. 584-585.

[75] CC, VIII, 74 (6-10), SC, pp. 348-350.

[76] CC VIII, 75 (3-4), SC Tome IV, p. 350.

[77] CC I, 26 (18-19), SC Tome I, p. 146: “ὡς γενομένου ἡγεμόνος τῇ καθὸ Χριστιανοί ἐσμεν γενέσει ἡμῶν,…”

[78] CC VIII, 47, p. 559.

[79] CC I, 67, p. 102; cf. I, 44.47.63; III, 30.

[80] CC III, 29, p. 198. Y, continúa Orígenes: “Tales son, en efecto, las costumbres que se estilan en las comunidades de las ciudades”.

[81] CC III, 30, p. 198.

[82] CC V, 37 (1-3), SC, p. 110: “Δύο τοίνυν νόμον προκειμένων γενικῶς, καὶ τοῦ μὲν ὄντος τῆς φύσεως νόμου, ὃν θεὸς ἂν νομοθετήσαι, ἑτέρου δὲ τοῦ ἐν ταῖς πόλεσι γραπτοῦ,…”

[83] CC V, 37 (4) SC, p. 112.

[84] Ibid., p. 363.

[85] CC I, 61, p. 95.

[86] Cf. CC I, 30, p. 66.

[87] Cf. CC VIII, 67, p. 577.

[88] CC I, 26, p. 62.

[89] CC I, 27, p. 63.

[90] CC I, 26, p. 62.

[91] CC I, 62, (71-72), SC p. 250: “χωρὶς διδασκάλων κρατοῦσαν τῶν πιστευόντων τῇ μετὰ δυνάμεως θείας πειθοῖ”.

[92] CC VIII, 68 (19-20), SC p. 332: “ἀλλ' ὁ διοικῶν τὰ σύμπαντα θεὸς οἶδεν ὅ τι ποτὲ ποιεῖ κατὰ τὸν τόπον τῆς τῶν βασιλέων καταστάσεως.”

[93] Cf. CC VIII, 69, p. 579.

[94] CC VIII, 70, p. 580.

[95] CC III, 30 (14-15), SC p. 72.

[96] CC VIII, 75 (4-9), SC p. 350.

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